El proyecto ‘Reviviendo los tambores’ acerca a los niños y jóvenes a los bailes y música de marimba en la Isla Trinitaria. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Con 13 años, Joao Quintero es un entusiasta de la música afroecuatoriana. En pocos minutos pasa de tocar el bombo, al cununo –un tambor cónico- y la propia marimba, el instrumento icónico de la tradición musical esmeraldeña, en la que toca la Caderona, mientras canta en voz baja.
Se trata de uno de los 25 estudiantes de música de marimba del Centro Comunitario Juanito Bosco del Barrio Nigeria, en la Isla Trinitaria, al suroeste de Guayaquil. El centro salesiano acoge el proyecto ‘Reviviendo los tambores’; es un grupo de marimba y de danzas afros que brinda talleres vacacionales a 280 niños y adolescentes de la Isla Trinitaria.
“Es la música de mis ancestros. Cuando estoy aburrido siempre vengo al centro comunitario a tocar, llevo ocho meses en clases pero aún me falta avanzar más en la marimba”, dice Quintero.
La isla Trinitaria, integrada por 68 cooperativas y con una población de cerca de cien mil habitantes, mayormente afroecuatorianos, representa una de las mayores concentraciones de población de color del país, fuera de la provincia de Esmeraldas.
El gran desafío es lograr que la gente recupere sus valores culturales, según Carlos Valencia, quien lidera el proyecto y aprendió la música de sus mayores y lleva ocho años compartiendo sus conocimientos con niños, adolescentes y jóvenes del sector.
“El objetivo es fortalecer la identidad. La gente, cuando comenzó a emigrar, fue olvidando todo, la idea es que se reencuentre con los valores de su cultura, que para ellos eran antivalores en la ciudad, porque para ser aceptado tienes que ser menos negro”.
El músico de 33 años sostiene que se procura que los jóvenes se apropien de ritmos como mapalé, bambuco, currulao, chirimías y cumbias.
“La idea es que ellos también aporten con sus propios cantos a la cultura afro, desde su punto de vista, con música que responda a las problemáticas y realidades actuales”, agregó el profesor de música y danza.
Entre los bailarines de Reviviendo los tambores están Carlos Jiménez, de 15 años, y María Valverde, de 20, quienes se han presentado también en otros sectores de la ciudad y en otras ciudades.