A cada paso que se da, las botas de caucho se hunden 20 cm. Es como pisar una gigante esponja húmeda cubierta de vegetación. Son los páramos de Tungurahua. Allí, la cantidad de agua que se almacena abastece a 280 familias y a otras que viven cerca del canal de riego Cunuyacu-Chimborazo. En total son 10 000 beneficiarios.
El proyecto de conservación del páramo arrancó hace 24 años en la comunidad Yatzaputzan. Luego se sumaron sectores como Cunuyacu, La Esperanza y Tamboloma. 850 familias cuidan 5 400 hectáreas de páramos. Las tareas dan resultados: algunas plantas nativas ya se recuperaron.
Entre las especies que renacen están el árbol de Piquil y la achupalla. Otra variedad es el cacho de venado, una pequeña planta de color rojizo.
Igual ocurre con los musgos y las almohadillas gigantes que ayudan a almacenar o a retener el agua. También se recupera el árbol de Polylepis, que tiene 2 m de altura. Está cubierto por una corteza café-rojiza, que se desprende en delgadas láminas. Por este motivo se le llama árbol de papel.
Ángel Punina, un comunero del lugar, dice que los 1 345 habitantes de páramos se dedicaban al pastoreo de ganado ovino, vacuno y caballar. Más de 4 000 animales depredaban esa área verde. “El agua en la zona baja comenzó a escasear. Solo teníamos 250 litros por segundo”.
Por eso decidieron entrar en un plan de concienciación. Tras un acuerdo este espacio fue desalojado. Ahora las cuatro comunidades poseen 850 litros de agua por segundo.
El ingreso a esta zona no es fácil. Hay que hacerlo en un vehículo de doble tracción. Tras 20 minutos de viaje se llega a los páramos de Yatzaputzan.
Desde este sitio salen pequeños riachuelos que bañan la cuenca y proveen de agua a los cultivos de Cunuyacu.
Alonso Punina, de la comunidad La Esperanza, cuenta que antes el sobrepastoreo acabó con una parte del páramo. Pero con el aporte de los comuneros fue posible sacar a los animales de la zona. “Teníamos 5 litros de agua por segundo, ahora se incrementó a más de 10”, sostiene el dirigente.
En Tungurahua, 86 000 de las 136 000 hectáreas de páramo pertenecen a la Reserva de Producción Faunística Chimborazo y al Parque Llanganates. Las 50 000 restantes son propiedad de las comunidades.
Para financiar los programas de protección en la provincia, se creó en el 2008 el Fondo de Páramos y Lucha contra la Pobreza. Cuatro entes aportan al año con USD 550 000.
Por medio de un fideicomiso, el 60% de los recursos se invierte en las entidades financieras para crear una rentabilidad. Mientras el 40% se usa en el manejo, protección y recuperación de fuentes de agua. Óscar Rojas, secretario Técnico del Fondo de Páramos, explica que con el dinero y el aporte de la gente se cuidan 32 000 hectáreas. En cuatro años del proyecto se invirtieron USD 1,5 millones en 10 planes de manejo que hay en la provincia.
Ahora buscan el apoyo del BID. Para ello, una misión efectuó un recorrido por los proyectos de protección de los páramos. Rodrigo Chantasig, técnico del Iedeca, indica que si en el páramo se acelerara la destrucción no se tendría la seguridad del agua. Es por eso que en Cayambe (Pichincha), Tungurahua y Bolívar también interviene este organismo.
En estos sectores, los comuneros saben que un árbol nativo y el pajonal funcionan como captores de agua y ayudan a que este se incremente. Por eso, las personas que llevan a los animales al páramo son sancionadas con multas que van entre USD 10 y USD 25.
EN CONTEXTO
El trabajo de conservación también está a cargo de técnicos del Fondo de Páramos, el Iedeca y consejos provinciales. Además están las empresas de agua potable, las eléctricas y organizaciones indígenas. Aportan cada año y aumentan los fondos.
NO OLVIDE
Es importante no permitir que los animales pisen las áreas verdes, pues destruyen la vegetación.
Como parte de la conservación del agua, en países europeos se comienza a sustituir los eucaliptos.