Pacho Aguirre presentó la obra ‘Lluvia’ en la sala del colectivo Avispero.
El poemario ‘Piel en llamas’ se presentó en la sala independiente Sono. Fotos: Xavier Caivinagua/El Comercio
Entre el público y los actores la distancia es mínima y esa cercanía genera un ambiente familiar. Una habitación reducida de una casa patrimonial del centro de Cuenca fue adecuada para una obra teatral.
Así funciona el teatro de bolsillo de Sono, que es una de las salas alternativas que se crearon en la capital azuaya para acoger el teatro independiente. En esos espacios no hay filas largas ni boleterías.
Tienen aforo para no más de 50 personas y son multiusos, pues sirven para presentar conciertos, libros, proyecciones de cine y otras actividades. Son fáciles de acceder y usarlas cuesta menos que los teatros convencionales, dice Bolívar Ávila, director del Sono.
Esa es una de las razones por las que estos lugares se convirtieron en los preferidos de los gestores culturales. En salas como la Alfonso Carrasco, Vinicio Jáuregui, Sono y El Prohibido Centro Cultural hubo más de 20 presentaciones en el primer trimestre de 2015. En los grandes, no superan las cinco.
Pero no todas las obras son aptas para escenarios pequeños, explica Priotr Zalamea, coordinador del grupo de teatro Barojo. Se refiere a las escenas musicales.
La adecuación de los espacios es un trabajo manual y costoso. Las luces y el sonido se instalan de acuerdo con las necesidades de la sala y del espectáculo. Para financiarse, los dueños buscan convenios, fondos concursables y hasta donaciones.
En el sótano del Museo del Sombrero está la sala Vinicio Jáuregui que hace tres años fundó el colectivo de artes Avispero.Tiene cerca de 50 m2, la mitad es para el escenario y la otra para el público. Es un espacio exclusivo para teatro y fue la respuesta a las dificultades que tenían para conseguir sitios de presentación, dice el director teatral, Galo Escudero.
Conseguir el financiamiento para pagar el teatro, sacar más de 10 permisos para presentar las obras y publicitar para asegurar la taquilla son los problemas que tenía el Avispero cuando presentaba una función. Por eso encontraron la solución en un espacio propio, que llegó a las 22 funciones.
El Prohibido Centro Cultural también tiene una sala que se adecúa al menos dos veces al mes para presentaciones de teatro. “Hemos tenido limitaciones y cuando surgen iniciativas como estas, la escena cultural se fortalece”, dice su director Eduardo Moscoso.
Él recuerda que cuando empezó a funcionar la sala, los colectivos independientes tenían dificultades para alquilar espacios grandes y montar sus obras, a veces de carácter experimental. Además de recursos, los grupos debían presentar una trayectoria que garantizara el éxito de la función y eso limitaba a los actores emergentes.
En la actualidad, alquilar un teatro convencional supera los USD 1 200, señala Zalamea. “Hay el riesgo de no alcanzar la taquilla y perder”. En cambio, en las presentaciones no hay presión y artistas y dueños acuerdan dividirse la taquilla.
De la autogestión deben salir los recursos para conservar las salas, el pago de los servicios básicos y los trámites de rigor. Por eso, los administradores de estos lugares quieren formar una red de espacios culturales independientes para ayudarse.
Pese a las limitaciones, los espacios se siguen sumando. Este mes, el centro cultural República Sur estrenará su sala alternativa en una casa colonial del centro de la ciudad.