En el zooológico Yurak Allpa, ubicado en la parroquia rural de Tarqui, en el sur de Cuenca, las águilas tienen una rutina diaria de entrenamiento. Por una o dos horas ejercitan sus músculos, practican vuelos y otros ejercicios, que son propios de la cetrería, un método de entrenamiento que se aplica con las aves rapaces.
La cetrería es una modalidad de caza que emplea a las aves adiestradas para capturar animales silvestres en su propio medio, pero en este caso ese no es el objetivo. El entrenamiento que reciben las águilas es para que mejoren su calidad de vida, asegura el director del zoológico, Alberto Vele.
Los entrenadores son José Pacheco y Tatiana Sigüenza, ellos son estudiantes de la Universidad de Cuenca, que aprenden el método de un cetrero especializado, Fernando Andrade. Ellos son los que tienen más contacto con las águilas del zoológico.
El entrenamiento es necesario porque las aves pierden ciertas capacidades cuando no están en su hábitat natural, dice Pacheco. En este caso, disminuye su habilidad de cazar, volar y defenderse, entonces empiezan a depender de los humanos, cuando eso pasa ya no se las puede liberar, asegura.
Por eso, se evita que las aves que tienen posibilidades de ser liberadas tengan contacto con las personas. El entrenamiento también es para los animales que ya no pueden regresar a su hábitat, por lesiones o porque han convivido mucho con los humanos. En este caso es para que mejoren su calidad de vida dentro del zoológico.
Desde hace un mes, Olivier Bourguet, un suizo que trabaja en el zoológico entrena a un águila harris, que es un ave pequeña que requiere otro tipo de entrenamiento. Bourguet aprende las técnicas de la cetrería de Pacheco y en poco tiempo, logró que el águila lo obedezca.
El trabajo requiere de conocimiento y paciencia, dice Bourguet. Hay días que se consigue poco y las águilas no quieren volar, eso ocurre cuando están nerviosas, por ejemplo cuando hay personas cerca.
En el 2014, el zoológico liberó a una de sus águilas y Vele aspira dejar en libertad a más animales, pero ahora con este entrenamiento previo. También aprovechará los entrenamientos para impulsar un programa de educación ambiental. “Queremos que la gente observe, pero que también conozcan con son animales inofensivos”, dice.
Las aves rapaces no son peligrosas, ayudan a controlar plagas y cuando cazan lo hacen por un instinto natural, señala Pacheco. “Las águilas no comen animales sanos, tienen una función para mantener un equilibro en la naturaleza y a través de ellas se puede detectar problemas medioambientales”.
La cetrería se practicará también con otras especies del zoológico, como el curiquingue. En el lugar hay ocho águilas y cuatro están sometidas a esta modalidad de entrenamiento.