La especie del bosque alto andino se reproduce bajo sombra y humedad. Foto: José Luis Rosales / EL COMERCIO
La palma de cera es ahora una especie emblemática en la parroquia de Cuellaje, en Cotacachi. El Ceroxylon echinulatu, considerado un espécimen en peligro de extinción, florece en los últimos remanentes de bosque del occidente de la provincia de Imbabura.
Dos palmas de cera plantadas junto a una cancha de fútbol eran los íconos del poblado, que ahora es el guardián de esa variedad silvestre.
Los dos ejemplares que superaban los 50 metros de altura cumplieron su vida útil y desaparecieron, recuerdan los vecinos más longevos.
La palma de cera se redujo notablemente en el país porque era cortada para la conmemoración del Domingo de Ramos, durante la Semana Santa. Pero también por la expansión de la frontera agrícola. Así explica Ramiro Ayala, guardaparque del Ministerio del Ambiente y vocal de la Junta Parroquial de Cuellaje.
La campaña nacional que impulsa el MAE y que impide utilizar esta palmera tuvo un refuerzo en Cuellaje. Allí se está reproduciendo la semilla, desde hace siete años, para reforestar otras zonas que fueron desbastadas.
Al frente de la iniciativa están Ayala y su colega Andrés Guerrero, quienes vigilan el Parque Nacional Cotacachi–Cayapas. Ellos temen que esta variedad de planta, de hojas largas y brillosas, desaparezca.
Es por eso que iniciaron el plan de recuperación de manera artesanal, sin mayores conocimientos técnicos. Ayala recuerda que recogían semillas en un reducto de una montaña cercana a la comunidad de Nápoles, en Cuellaje. Ahí están georrefenciadas 60 hectáreas de la planta.
En la práctica aprendieron que las semillas, que están cubiertas por una capa dura, germinan en un tiempo de 8 a 12 meses. Ellos lograron producir unas 1 200 plantículas en los últimos tres años.
También descubrieron que se adapta a los pisos altitudinales que van de los 1 400 a 3 200 metros de altura. Y se desarrollan en los suelos arcillosos, como los del valle de Íntag, en donde está ubicado Cuellaje.
La reproducción es un éxito tomando en cuenta que tiene un rango ecológico bastante limitado, es decir, requiere características de altitud, temperatura y precipitaciones que se encuentran solo en la zona donde fueron sembrados, explica Jorge Ramírez, docente de la Escuela de Ingeniería Forestal de la Universidad Técnica del Norte, de Ibarra.
Unas 500 de estas matas, cuya raíz se sostenía en la tierra guardada en pequeñas fundas negras, fueron trasplantadas el lunes pasado. Es la primera siembra en bloque de palma que se hace en Imbabura.
Antes repartían plantículas entre vecinos de Cuellaje y otras parroquias. Estas se colocaron en los linderos.
La última siembra fue una fiesta a la que asistieron pobladores de Cuellaje, de Cotacachi y autoridades provinciales.
La conservación de la palma también beneficia a la fauna, explica Marcelo Pantoja, jefe del Parque Nacional Cotacachi–Cayapas. Proveen de alimento y refugio a mamíferos y aves silvestres como el loro Orejiamarillo y el perico Cachetidorado.
“Esta iniciativa debe inspirar a otras zonas a repoblar con palmas como el chontal y el pambil”, comenta Héctor Rivera, técnico del municipio.