Llegan a medir hasta 8 metros y a pesar 1,5 toneladas. No tienen espina (cola) para atacar ni defenderse. Las mantarrayas resultan inofensivas y, a la vez, vulnerables a la cacería. En respuesta a esa fragilidad, en el país se afina un proyecto para protegerlas.
Esta especie, que ahora no tiene valor comercial, cae en las redes o anzuelos de los atuneros en forma incidental. Pero sus defensores temen que pasen a ser víctimas de una pesca intencional o dirigida como ya ocurre en mares de Indonesia y México.
fakeFCKRemoveComo una medida de prevención, la organización conservacionista Equilibrio Azul impulsa una iniciativa para que se dicte una ley de protección, como ocurre con el tiburón ballena. El objetivo es frenar las amenazas y darle un valor turístico como ocurre en Hawái, donde constituye un recurso totalmente protegido y con programas especiales de avistamiento.
En Ecuador, según Andrés Baquero, de Equilibrio Azul, aparte de ser un atractivo para el turismo de buceo, la presencia de estos animales es un indicador del buen estado del área marina. “Si hay mantarrayas en algún lugar, quiere decir que el ecosistema funciona bien. Llegan porque hay una estación natural de limpieza, plancton y microorganismos para su alimentación”.
Isla de La Plata, en el Parque Nacional Machalilla (PNM), es el sitio preferido por estas mantarrayas para juntarse en aguas ecuatorianas. Esa es una de las primeras conclusiones de un monitoreo desarrollado por el Ministerio del Ambiente (MAE) y Equilibrio Azul, con el financiamiento de Conservación Internacional (CI). El PNM apoya con asesoría técnica, embarcaciones, logística y autorización para el monitoreo.
Baquero anota que las mantarrayas acuden a esa zona marina, ubicada en la costa de Manabí. Entre junio y noviembre de cada año, llegan a los arrecifes de La Plata, que funcionan como “una estación de limpieza”.
Allí las mantas nadan lentamente entre corales y rocas, mientras que los peces de arrecife (mariposas y ángel) se encargan de limpiar sus cuerpos de parásitos y heridas. “Son tan apacibles que los buzos pueden acercarse sin riesgo. Se las encuentra rodeadas de unos pequeños peces amarillos y de alguna rémora, un pez parásito que se pega a la mantarraya para navegar gratis largas distancias”.
La mantarraya gigante es una especie migratoria. Por ejemplo, un rastreo, a través de transmisores colocados en nueve ejemplares, determinó que una de ellas se movió 10 millas náuticas en alrededor de cinco horas.
El proyecto de investigación tiene dos componentes. En el primero se realiza un registro fotográfico de las mantarrayas. Se captan tomas de los pechos de cada animal, ya que estos tienen rasgos únicos que permiten diferenciar entre una y otra.
Con esta fotoidentificación se pretende determinar el número de individuos que llegan a la zona. Este monitoreo permitirá saber si son las mismas que regresan cada año a Machalilla, si hay incremento o reducción en la población de la especie.
También se hace un seguimiento con telemetría, mediante la colocación de transmisores en forma de dardos. Baquero asegura que no se causa daño físico, ya que “dado el tamaño de cada ejemplar es como pinchar a una persona con un alfiler”.
El marcaje, similar a lo que en el 2009 se hizo con un grupo de tortugas marinas en el PNM, se realiza en conjunto con Migramar. Se aprovecha de la experiencia de esta red regional (de Ecuador están la Estación Charles Darwin, en Galápagos, y Equilibrio Azul, en la costa continental) sobre el marcaje y seguimiento satelital de los animales.
Luis Suárez, director ejecutivo de CI, destaca que el monitoreo permite saber que la parte norte de la isla de La Plata es el sitio de agrupamiento por varios días. “Pero aún se conoce muy poco. Falta saber qué otros aspectos les atraen del sitio”.
La información recopilada ayudará a conocer el comportamiento de las mantarrayas gigantes. Al final se sabrá qué sitios frecuentan para descansar, a qué profundidades nadan. Una primera hipótesis es que se desplazan entre Costa Rica, Parque Machalilla y Galápagos.
Por eso Suárez considera importante que para protegerlas se debe lograr acuerdos regionales como el del Corredor Marino entre Costa Rica, Panamá, Colombia y Ecuador. Hoy este está en plena ejecución para conservar varias especies marinas.
Un rastreo a dos ejemplares estableció que prefieren las aguas superficiales, entre uno y 10 metros. Eso facilita su avistamiento, pero también los hace vulnerables a la captura incidental o pesca dirigida. La Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) catalogó a las mantas como especies casi amenazadas, pues afrontan problemas al ser víctimas de la pesca incidental, lo que causa un impacto en su población.
Equilibrio Azul insiste en que en Ecuador las mantas gigantes aún no están consideradas como una especie comercial, debido a la mala calidad de su carne (grasosa) y la dificultad de manipular un animal de este tamaño. No obstante, hay especies de mantas pequeñas, que son capturadas en aguas ecuatorianas.