Cosanga, Píllaro y Panzaleo: su mundo a través de la cerámica

Vasija con decoraciones en su parte exterior. Foto: cortesía de la Casa de la Cultura Ecuatoriana

Vasija con decoraciones en su parte exterior. Foto: cortesía de la Casa de la Cultura Ecuatoriana

Recipiente con representación antropomorfa (izq.). Olla globular con cuello y con representación (der.). Foto: cortesía Casa de la Cultura Ecuatoriana

Las cerámicas de procedencia Cosanga, Píllaro y Panzaleo son abundantes en las colecciones públicas y privadas del país, pero la bibliografía sobre estas culturas es escasa. Con base en esta constatación, Leonel Sánchez publicó el libro ‘Cosanga Píllaro. Nuestra memoria perdida’.

La obra, publicada por la editorial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, tiene como fuentes primarias publicaciones de los investigadores Pedro Porras, Luciano Andrade Marín y Jacinto Jijón y Caamaño.

Durante su investigación, Sánchez se enfocó en encontrar, a través de estos autores, las semejanzas culturales que existen en la cerámica Panzaleo, Cosanga y Píllaro cuya fase cultural territorialmente ocupó las provincias de Pichincha, Cotopaxi y Tungurahua.

En relación a las técnicas que utilizaban, por ejemplo, concluye que la elaboración de estas cerámicas consistía en sobreponer bandas largas de arcilla enroscadas primero en el fondo y luego en las paredes. “Jijón y Caamaño, al referirse a este período, observa que la cerámica presenta paredes relativamente finas, livianas, porosa y carece de engobe”.

Vasija con decoraciones en su parte exterior. Foto: cortesía de la Casa de la Cultura Ecuatoriana

En relación a las cerámicas de Píllaro, recurre a ‘Viaje a las misteriosas montañas de Llanganati’, que Andrade Marín publicó en 1936, para contar que este investigador se admiró de la asombrosa cantidad de objetos arqueológicos que estaban en poder de Carlos Terán Gómez y Serafín Robayo, oriundos de esta tierra.

“Andrade Marín cuenta que las piezas que tenían estos coleccionistas superaban las 5 500 comprendidas, sobre todo, en vasos, pondos, cántaros de diferente tamaño. Muchas de ellas con perfectos acabados y ornamentación, especialmente con diseños antropomorfos y zoomorfos”.

Sánchez también explica que el padre Pedro Porras utiliza el término Cosanga Píllaro para señalar el área de desarrollo de esta cultura originaria de la Amazonía cuya extensión va desde la cordillera Oriental por la laguna de Pisayambo hasta el territorio de Píllaro. “Porras señala que es en el sector de Tunguipamba donde se ha recuperado la mayor cantidad de cerámica Cosanga que existe en los museos y colecciones privadas”.

En esta zona se han encontrado abundantes compoteras, con restos de cuyes o conejillos de indias, así como astas de venado y objetos de cobre y de oro como collares, aretes, orejeras, pulseras y coronas.

En relación a las cerámicas de la cultura Panzaleo, recurre a las investigaciones de Jijón y Caamaño y explica que están caracterizadas por paredes gruesas de barro bien cocido, de color rojizo anaranjado y sin engobe. “La forma típica de está cerámica son vasijas globulares, trípodes, con base anular, compoteras y cántaros”.

Jijón y Caamaño denominó Panzaleo a la antigua población precolombina cuya cerámica se encuentra, en gran parte, en la Sierra norte y centro del país. “Además, dice Sánchez, plantea la existencia de un grupo étnico ubicado en las provincias de Pichincha, Cotopaxi, Tungurahua y el sur de Chimborazo”.

La publicación está acompañada de una serie de fotografías como la imagen de una cabeza zoomorfa de felino que es parte del Museo Jacinto Jijón y Caamaño de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.

En el prólogo, Estelina Quinatoa sostiene que el aporte de Sánchez en esta publicación es la recopilación de la información de estos tres prestigiosos investigadores y las imágenes de las piezas Cosanga o Panzaleo expuestas en varios museos del país.

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