El 21,6% de frutas y hortalizas que se producen en el mundo cada año no llega hasta los comercios minoristas y termina en la basura, sin tratamiento posterior. Foto: Archivo Reuters
La pérdida y desperdicio de alimentos se potenciaron con la llegada del covid-19. El cierre repentino de mercados, las medidas de aislamiento y las restricciones a la libre movilidad influyeron en esta problemática ambiental.
Previo a la emergencia, se estimaba que un tercio de la producción mundial de alimentos se perdía o desperdiciaba. Para producir esta comida, que termina en la basura o que nunca llega al usuario, se utiliza el 30% de las tierras agrícolas del mundo y el 6% de la extracción total de agua.
Análisis cualitativos realizados por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) muestran que la pérdida y desperdicio de alimentos han empeorado durante la pandemia. Estos datos fueron difundidos en el primer día mundial dedicado a esta problemática, que se conmemorará cada 29 de septiembre.
Sara Granados, asesora Regional en Sistemas Alimentarios Inclusivos y Eficientes de la FAO, explica que cualquier alteración en la cadena de suministro va a generar estos problemas. Durante esta emergencia, lo que se evidenció es que el cierre de fronteras, puertos y mercados impidió que los productos llegaran a su destino o fueran regresados al campo. Surgieron las ‘compras de pánico’, que generaron ‘sobrestock’ en tiendas.
La especialista dice que, aunque la pérdida y desperdicio de alimentos es un fenómeno que siempre está presente, en este tipo de emergencias se hace más visible. El análisis cuantitativo sobre esta problemática aún está en proceso. Los últimos datos de la FAO, presentados en el 2019, muestran que alrededor del 14% de los alimentos producidos se pierden desde la etapa posterior a la cosecha hasta llegar a los minoristas.
ONU Ambiente calcula el índice de desperdicio, que corresponde a la situación del producto desde que ingresa al minorista hasta que llega al hogar. Granados explica que, en América Latina y el Caribe, el 12% de los alimentos producidos cada año se pierden. Esto equivale a 220 millones de toneladas o a 330 kg por persona. Entre los alimentos que más se pierden están las raíces, tubérculos y cultivos oleaginosos (25%), seguidos por el grupo compuesto por frutas y hortalizas (21%).
Según la ONU, la pandemia ha provocado un mayor desperdicio de alimentos perecederos, sobre todo en países de bajos ingresos. La emergencia ha llevado a que los consumidores opten por productos con carbohidratos y provisiones duraderas.
Ecuador no escapa de esta realidad. Los últimos datos, presentados en 2019, muestran que en el país se pierden alrededor de 939 000 toneladas, que podrían alimentar a 1,5 millones de personas. Alicia Guevara, fundadora del Banco de Alimentos de Quito y profesora de la Universidad Politécnica Nacional, explica que la pandemia también potenció esta problemática.
Antes de la emergencia, el Banco recolectaba entre 10 y 12 toneladas a la semana para entregar a fundaciones. Durante los primeros meses de pandemia, la cifra subió a 70 toneladas semanales. Además, en el año pasado entregaron 437 toneladas de alimentos y en lo que va del 2020 ya registran 800. La pandemia ayudó a que se visualice más su trabajo, dice Guevara. Por eso, ahora reciben las donaciones de 50 empresas.
Si las personas quieren donar cantidades grandes de productos que todavía pueden ser consumidos, pueden contactar al Banco de Alimentos. Si son montos pequeños, se puede recurrir a ‘apps’ como Pan Comido, que fomenta el intercambio de productos sobrantes en los hogares.