Vivienda y tierra van de la mano. La invasión de terrenos es producto de problemas que se juntan en la misma mesa: el déficit estructural de vivienda, la escasa oferta para los sectores pobres (la mayoría), el olvido del mercado…
Estos fenómenos ocurren en enclaves urbanos grandes, donde el problema no solo es real sino visual. Quito, por ejemplo, en los últimos 40 años, pasó del 28 al 70% de población urbana. ¿Cuál ha sido la solución para frenar dicho crecimiento y dotar de vivienda digna a tantas personas sin techo? Pues… el levantamiento de rimeros de casas en los extramuros de la ciudad: opción que no tuvo el éxito esperado.
¿Por qué? Porque los proyectistas olvidaron dos determinantes urbanísticas: la alta densidad poblacional urbana y la orografía nacional, donde solo el 30% del territorio es apto para la ocupación humana.
Así, el suelo resulta un recurso natural no renovable, escaso y caro. Con un agravante: como se debe edificar la mayor cantidad de viviendas, las áreas verdes y comunales se achican o mueren.
¿Entonces? La vivienda en altura (multifamiliares) es una solución práctica. Si se respetaran las ordenanzas se pudiera tener zonas de esparcimiento, recreación y servicios en el conjunto, con economía de terreno.