El Teatro Sánchez Aguilar tiene una acústica perfecta para que los 952 espectadores reciban un sonido de alta calidad, en cualquier butaca en que se ubiquen.
El estudio previo, a través de un programa especial, recreó el recinto de la sala teatral para conocer con exactitud los materiales y la ubicación de cada detalle. Las paredes tienen un grosor de 30 centímetros, así como difuminadores de madera en los laterales, que difusa el sonido en el área.
Más arriba se observan las paredes recubiertas de madera y tela. Y en el cielo hay 118 paneles refractarios de madera curvos que contribuyen a una acústica homogénea en toda la sala.
Jordi Fabara, de la empresa Audiopro, dice que un espectador que se ubique al final del teatro escuchará igual que uno que esté en primera fila. “Es un teatro de tecnología de punta, diseñado para multipropósitos, sin desmerecer a los otros teatros que ya existen, pero es la tecnología actual que lo hace diferente”. El área de sonido está toda digitalizada, con capacidad para entrada de 295 micrófonos y dos consolas de 96 canales cada una. Todas las puertas tienen sellos acústicos.
El diseño del Sánchez Aguilar lo hizo Perkins Eastman, una empresa estadounidense que desarrolla proyectos arquitectónicos. En él participaron compañías en las áreas de iluminación, sonido, acústica y tramoya. Pero todos los conceptos originales se desarrollaron en Ecuador a través de consultores nacionales en esas mismas áreas para construir y equipar el teatro, dice Elizabeth Merril, de Perkins Eastman. Otra empresa fue Sonotec, que diseñó e instaló toda la tecnología en luces y tramoyas, que también es un referente en su área.
El proyecto lo desarrolló la Fundación Sánchez Aguilar con una inversión de USD 12 millones, según Ángel Polibio Sánchez, vicepresidente de la entidad. Su padre -Carlos- es el fundador, un empresario oriundo de Zaruma. Por eso la sala más pequeña, tipo caja negra para 150 personas, lleva el nombre de ese cantón.
El diseño del teatro, ubicado en el kilómetro 1,5 en la vía a Samborondón, es una mezcla entre lo neoclásico con los estilos antiguos del Guayaquil de inicios del siglo XX. Sus colores rosado y verde en la fachada le dan un aire a las casas restauradas como la ‘Casa Rosada’ y las que están en el Parque Histórico Guayaquil, que tiene un área para tradiciones.
Además posee elementos de esa época en los ventanales, los quiebrasoles que originalmente eran de madera ahora son adaptados de aluminio. Son ventanales falsos con balcones que están en la fachada, esto por cuestiones de mantener la edificación hermética a los ruidos externos.
Otra característica de las casonas antiguas son los soportales, el área exterior que está cubierta por el piso alto, que da sombra. En la fachada también se observan faroles gigantes al estilo del antiguo Guayaquil que fueron diseñados y elaborados en Ecuador.
En el interior del teatro, que abrirá al público el 17 de mayo, se encuentra lo moderno en todos los detalles. En los pasamanos y escaleras hay materiales de madera, vidrio y acero. Cumple con todas las normas de acceso para personas con discapacidad desde su ingreso hasta las salas, y hay un ascensor y rampas.
El nuevo teatro se hizo sobre un terreno de 24 000 m² y con un área de construcción de 6 100 m², y la obra tardó 17 meses.
Hay parqueos para 450 vehículos y un ingreso peatonal. Para los elencos están disponibles dos camerinos grandes y cuatro más pequeños. El teatro ya tiene su programación hasta diciembre y tendrá seis semanas inaugurales desde el 17 de mayo.