El calor es intenso en el taller de Jorge Camuendo, ibarreño de 47 años. El laboratorio donde ingenia sus tallas en madera se ubica en la entrada a Coca, capital de Orellana.
Para ignorar el calor, Camuendo se concentra en desbastar una viga de madera, que servirá de columna para una casa. Sin camiseta y con el martillo en mano, el escultor golpea con precisión la herramienta para sacar los pedazos grandes de madera.
La idea es remover los trozos de madera inservibles y dar la forma inicial al tallado.
Su pasión por los muebles tallados se inició con unos amigos en su natal San Antonio de Ibarra. Tenía 17 años.
La curiosidad juvenil y las ganas “de ser alguien en la vida” empujaron a Camuendo hasta el taller de una de sus amistades. “Al principio uno hacía los mandados”, afirma sin dejar de esculpir la viga.
Después vendría el aprendizaje. Luego de captar lo indispensable para un buen tallado, se fue para el Guayas. Pasó gran parte de su juventud en Guayaquil, donde perfeccionó el oficio.
Incluso llegó a tallar muebles con guayacán, a pesar de la dureza de esta madera. Sin embargo, dice que en la ciudad porteña el arte se está perdiendo. El estilo recto y la maquinaria han desplazado al tallador.
Entonces recaló en Coca. El secreto está en manejar las gubias, afirma Camuendo mientras coge uno de estos formones entre sus manos. Existen más de 50 gubias, cada cuál con su nombre: de profundidad, rectas, para huecos…
Usa varias para tallar, por ejemplo, el filo de una consola. “En estos muebles se pueden tallar conchas, flores y otros adornos”.
Este padre de familia sueña mantener vivo el arte en sus dos hijos. Él quiere que ambos aprendan a tallar un mueble estilo Luis XV, por ejemplo. O realicen cualquier ‘encargo’.
Para satisfacer a la clientela de Coca, el hombre se ayuda en un catálogo donde abundan fotografías de muebles tallados. Lo guarda en una consola tallada por sus manos.