Mesías Ojeda (der.) y Gonzalo Sigüencia apilan los adobes una vez que finalizó la fabricación. Foto: Cortesía de Marco Velecela
La quillucaca es térmico kichwa que significa tierra de color amarillo. Ese material se extrae principalmente en la parroquia Ingapirca, en el norte de Cañar. Ancestralmente fue usado junto con la piedra para la construcción del complejo arqueológico de Ingapirca.
Ahora, es empleado por los indígenas cañaris para fabricar adobes o aplicar en la técnica del bahareque para edificar viviendas. También, sirve para preparar como mortero y pegar los adobes o las piedras.
Los cañarenses Gonzalo Sigüencia y Antonio Silva se dedican a la producción de adobes empleando la quillucaca en Ingarpirca. Ellos aprendieron las técnicas de sus antepasados y destacan la fuerza y durabilidad que se logra con este material.
Por su tonalidad amarilla también sirve para pintar sus construcciones. El arquitecto Marco Velecela lideró la primera fase del proceso de mantenimiento del complejo arqueológico de Ingapirca, que finalizó en febrero pasado.
Él utilizó la quillucaca como mortero para la unión de las piedras y para cubrir las denominadas cuchilomas, que son la parte superior de los muros de los senderos.
Según Velecela, la prolongada vida útil es una de las principales bondades. “Se comprobó que, pese a las variaciones climáticas extremas como las de Ingapirca donde hay fríos y lluvias intensas y días soleados, resistió en el complejo durante siglos y en las casas centenarias de la zona”.
La quillucaca se utiliza tal como se extrae de las cuatro minas. No se elimina ningún elemento constitutivo del material, dice Velecela.
Es altamente cementante, es decir tiene una dureza mayor que la tierra común que se utiliza para elaborar los adobes o los tapiales. Esta característica se debe a un alto componente de cal y carbonato. Además, cuenta con arcilla, limos…
Otra condición, dice Velecela, es que al fabricar los adobes con tierra común es necesario dejar reposar la materia prima varios días tras mezclarla con agua.
En el caso de la quillucaca solo se debe esperar cuatro horas. “Es un material económico. Los cuatro metros cúbicos cuestan de USD 5 a 10, lo más costoso sería el transporte”.
Se puede emplear, asimismo, para el revocado de paredes y el empañete, que es el empastado final. En este último caso, Velecela recomienda agregar el excremento de caballo para que el material sea más dúctil y maleable y para que tenga una mejor presentación en el momento del acabado.
Los cuidados y las precauciones son las mismas que se tendría con otras técnicas donde predomina la tierra. Es decir, en las paredes se debe colocar cal para evitar el ataque de plagas e insectos.
Además, no se puede levantar más de un metro de pared al día para evitar asentamientos o desplomes, señala Velecela. “Se debe considerar las relaciones y proporciones de superficies y ventanas en función del espesor de las paredes”.
El año pasado, el proyecto vlirCPM (Ciudad Patrimonio Mundial) de la Universidad de Cuenca organizó el seminario Iberoamericano de Arquitectura y Construcción en Tierra. Allí, debatió e impulso el uso de los materiales ancestrales.
Para el director del proyecto, Fausto Cardoso, el uso de este tipo de materiales es una práctica milenaria y aporta con la eficiencia de la construcción. “Son técnicas más amigables porque el impacto ambiental es más reducido y la huella del CO2 es menor, porque disminuye el consumo de energía en la producción. Además, son elementos que ayudan a mantener el paisaje”.