En el ocaso del día, el río Quevedo parece un espejo natural . En el agua se refleja el nuevo puente que se construyó y que une al centro con la parroquia San Camilo.
Mide 154 metros de largo y 20 metros de ancho. Esta semana fue inaugurado. La base del puente está sostenida por 32 cables gruesos de hierro (obenques) revestidos de polipropileno.
Estos, a su vez, cuelgan de una estructura parecida a un arco, hecha con dos torres centrales que miden 50 metros de altura desde la base del puente.
Cada uno de los pilares se hizo con 9 pilotes, de 1,5 metros. Están ancladas al subsuelo, a 26 metros. Por el tipo de suelo, arenoso, no se pudo hacer cimentación directa. “La pila central soporta 8 000 toneladas de peso”, dice Patricio Lafuente, superintendente general del proyecto.
El diseño original no contemplaba la viga en medio del arco, pero fue necesaria porque cada vez que se colocaba un cable tensor, el arco se movía 4 milímetros.
Para la construcción de este puente, bautizado como Humberto Alvarado, se conjugaron tres técnicas: encofrado deslizante, hormigón postensado y hormigón tradicional (armado). El puente se hizo por dovelas (especie de cuñas para hacer arcos). “Para solventar la unión del hormigón entre una dovela y otra, este tipo de puente nos daba la ventaja de postensar cada tramo”.
El puente Humberto Alvarado tendrá una vida útil de 50 años.
Según Lafuente, no se colocaron pilotes y vigas a lo largo de la base para darle mayor estética a la estructura. “No se ve tan lineal como otros puentes colgantes tradicionales del país”.
Diego Olmedo, autor del diseño del viaducto, explica que al no instalar pilares en los extremos del puente (sino en el medio) se ganó espacio. “El puente está en el centro de la ciudad y hay casas en los extremos. La idea era no ocupar ese espacio que usualmente demanda la colocación de los pilares en los costados. Así incluso se facilitó el libre acceso de los vehículos en los lados”.
Lafuente asegura que en esta obra se priorizó la estética y por eso es considerada como costosa. En el puente se invirtieron más de USD 19 millones. El Superintendente asegura que se pudo hacer por la mitad de precio, pero “ese tipo de viaductos ya no funciona para las ciudades. Se busca que el puente sea un ícono turístico y de identidad para Quevedo”.
Solo hay dos puentes de este tipo en el país. El otro es el Juan León Mera, ubicado en Ambato. “Son puentes modernos, que rompen con lo monótono”, refiere Lafuente.
Olmedo asegura que la obra se complementó con iluminación directa e indirecta de los obenques. Por la noche, las luces azules y rosadas lo resaltan.
El puente atirantado opaca a los otros dos que existen en la misma zona, sobre el río Quevedo: el Velasco Ibarra y el Puente Sur, ambos de dos carriles y que tienen más de 40 años.