La madera es uno de los materiales más antiguos utilizados en la construcción. Es un material que se trabaja con facilidad, tiene buena resistencia mecánica y es además aislante térmico y acústico.
Pero todas estas propiedades, explica el maestro Carlos Hurtado, pueden desaparecer si no se la protege de los agentes agresivos como el sol y la lluvia, los insectos que la tienen por alimento, la suciedad ambiental…
La mejor protección es pintarla. En primera instancia, explica Hurtado, la madera debe ser tratada con preservantes y selladores de doble función (insecticida y fungicida). Así, se anula la posibilidad de ataques biológicos en forma muy duradera.
Luego es tiempo del pintado. Cuando se expone la madera a la intemperie se puede optar por lacas, barnices o impregnantes protectores. Las lacas y los barnices forman una película externa brillante y cerrada sobre la superficie de la madera. Si no se toman ciertos cuidados durante la aplicación, se pueden desprenderse con el correr de los años, perdiéndose la protección buscada.
Los impregnantes en cambio (llamados genéricamente selladores, lasures o stains) logran una protección más natural penetrando en la estructura de la madera y dándole una protección desde su interior, con brillo más discreto.
En interiores es más sencillo, explica Hurtado. ¿Por qué? Porque los agentes que agreden la madera son mínimos. Los laqueados o barnizados pueden ser satinados o de acabado mate. Los pisos pueden ser plastificados luego de ser pulidos. Un buen trabajo garantiza una durabilidad que llega a los 10 años, casi sin mantenimiento.
Todos los productos mencionados tienen presentación en base acuosa, además de las clásicas.
Por supuesto, la madera también puede pintarse con esmaltes con color, pero es mejor la aplicación de productos transparentes para dejar a la vista la belleza de las vetas y nudos de este material.