No se llama Pedro ni Pablo, pero pica piedra desde que tuvo uso de razón; desde toda la vida. Su nombre de pila es Mario Morales y nació en La Morita, Tumbaco, en 1974.
Como la pequeña parcela que poseían sus padres no producía sino lo suficiente para que la familia subsistiera, Mario tuvo que agenciarse su sustento diario desde muy pequeño. En menoscabo de su educación y su desarrollo personal, que nunca vio una escuela o algo parecido.
Un tío residente en Latacunga, Rogelio Morales, le introdujo en el oficio con el que se gana la vida con profesionalismo y honestidad desde hace 30 años: la realización de vías y caminos vecinales a la vieja usanza: con piedra bola, rústica o adoquines.
Con ese conocimiento regresó a La Morita, sector de Ilaló, donde ahora vive y se dedica a empedrar los viejos caminos de los viejos pueblos de la región: caminos a los que todavía no llega la acción municipal y que se levantan con el aporte de los comuneros. También hace senderos de piedra de las haciendas o villas del entorno, cuyos propietarios gustan de ese acabado rústico para las caminerías de sus propiedades.
Actualmente ya no trabaja solo. Le acompañan en la sacrificada tarea su cuñado Oswaldo Llulluna, la hija de este, Adita; y Marco Ushiña. Su esposa, María Ilvia Llulluna, es empleada doméstica. Con ella procreó cuatro hijos: Henry, Diana, Gerardo y Christian. Ninguno sigue su oficio. El primero es casado y los otros tres estudian todavía.
El trabajo de Mario es duro, sacrificado y mal pagado. Por un empedrado de piedra rústica, por ejemplo, cobra USD 6 por m². Uno de piedra redonda cuesta más, explica en su parla adornada con muchos modismos quichuas: un camino con esta piedra no vale menos de USD 9 por m².
“Es que es el doble de trabajo. Yo mismo tengo que ir a escoger la piedra en la mina Paco Vallejo, de Tumbaco, o en Cumbayá o en Calderón. Es una tareísima”.
En los adoquinados no pone el material. Solo cobra la mano de obra: USD 1,50 USD por m².
Si usted gusta de este tipo de caminos, llame al 098 582 9858.