Integración no solo es una palabra de moda; es una acción de vida que, cuando funciona, da lugar a logros que no se alcanzarían de manera aislada.
Eso fue, precisamente, lo que sucedió en la comuna Pachijal, un pueblecito recóndito perteneciente a la parroquia de Pacto, cantón Quito, provincia de Pichincha.
En esta localidad, emplazada en el noroccidente de Pichincha, se unieron los comuneros, los maestros y estudiantes del Colegio Monseñor Leonidas Proaño y la Fundación Nahuel para ponerle cimientos a uno de los sueños del lugar: el Proyecto ecológico ‘Colegio Marco Nahuel’.
El proyecto arquitectónico estuvo dirigido por el arquitecto Oswaldo Enríquez. El profesional retomó criterios constructivos, espaciales y culturales de la zona para plasmarlos en el diseño y la construcción de una edificación de cuatro bloques de aulas distribuidos en dos niveles y articulados por un patio ágora central. La superficie construida total fue de 595 m².
La zona donde está emplazada la nueva construcción es rica en biodiversidad y es el último reducto de la cultura yumbo que hasta tiene un museo de sitio en Tulipe, sector colindante del Pachijal.
Esa privilegiada ubicación permitió al Arq. Enríquez y su equipo técnico, disponer de una serie de maderas tales como el pambil, la vísola, el bambú, la caña guadúa y otros que, ancestralmente, han sido utilizados en esta zona para la construcción de viviendas y más ingenios arquitectónicos como edificios y escuelas.
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