Los vecinos del caserío de Piñán, Urcuquí, aún usan la paja como techo. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO
Las fibras doradas de la paja de páramo colocadas sobre las cubiertas de las casas parecen de oro con los reflejos del sol.
En Piñán, cantón Urcuquí, provincia de Imbabura, y en Oyacachi, cantón Chaco, provincia de Napo, aún es posible ver esta técnica ancestral de construcción en los pueblos.
El arquitecto Julio Saransing, docente de la Universidad Católica Sede Ibarra, explica que antes la gente utilizaba los materiales de la zona (piedra, barro, carrizos…) para levantar sus inmuebles. Es así, comenta, que muchas de las viviendas de América antiguamente fueron elaboradas con paredes de barro y techos de paja.
Sin embargo, esta técnica que sobrevive en la zona rural de nuestro país está en retirada. Ahora, más bien, se le da un uso decorativo. Eso sucede, por ejemplo, en las cabañas de hospedaje de turismo comunitario en Cotacachi.
Alfonso Morales, presidente de la Unión de Comunidades Campesinas de ese cantón de Imbabura, recuerda que hasta el sismo de 1987, la mayoría de viviendas rurales tenía paredes de adobe o bahareque y techos de paja. Pero luego cambiaron por el bloque y la teja.
En la Hostería Arco Iris, ubicada en el valle del Chota, también se destacan estas fibras vegetales en los tejados.
Alicia Montenegro, gerenta del centro de hospedaje, señala que decidieron utilizar este material hace 21 años, para no alterar el ambiente, pues las casas de las comunas afroecuatorianas también usaban la paja sobre sus viviendas.
En la actualidad, es prácticamente un lujo tener una de estas cubiertas, asegura Montenegro. Ahora se necesita un permiso de las autoridades ambientales para cortar las fibras que crecen en las montañas.
Colocar en los techos esta fibra, requiere además de una técnica que está en riesgo de desaparecer. Morales recuerda que sus abuelos instalaban primero sobre la estructura de madera de las cubiertas los filamentos de trigo o cebada. Y, sobre estos las pajas traídas de los páramos vecinos.
Alicia Montenegro, entre tanto, contrató a campesinos de San Isidro, cantón Bolívar, Carchi, para que pusieran el techo de paja. Ellos realizan un tejido que se asegura luego con alambre, para que no se desprendan los filamentos.
El uso de la paja en las viviendas tiene varias ventajas, explica Saransing. Una de ellas es que se vuelven térmicas. Es decir, en el interior de las casas se produce un microclima más cálido que el del exterior.
También es impermeable: si la paja está colocada correctamente y el techo tiene un buen ángulo de inclinación para que corra el agua de la lluvia.
En cuanto a la vida útil, las fibras naturales pueden mantenerse en buen estado entre 9 y 12 años. Además, son biodegradables, lo que permite su descomposición sin afectar al ambiente, comenta el arquitecto Julio Saransing.