La transformación de una casona de vivienda en un hotel de altos quilates no es una cosa sencilla, explica Pedro Jaramillo, el arquitecto que se apersonó de la rehabilitación y el cambio de función.
Fue un verdadero trabajo de hormiga, que comenzó con la revisión minuciosa de la parte estructural. El aporte del Ing. José Chacón fue vital para el cálculo estructural. De ese trabajo nació una de las incorporaciones novedosas: el subsuelo. La excavación para lograr este piso fue todo un trabajo, explica Jaramillo, pues se realizó por debajo de los muros existentes. Gran parte de este subsuelo se ubica debajo del gran jardín de entrada, a su vez cubierto por una gran celosía de vidrio templado y laminado.
En el subsuelo se ubican el pequeño estacionamiento de servicio, el patio de maniobras y abastecimiento, la cocina, la oficina del chef, la caja del ascensor y la oficina desde donde se controlan todos los movimientos y los servicios que posee el hotel. Esta es otra de las innovaciones de Casa Gangotena, explica Jaramillo, la automatización. Todos los sistemas electrónicos, hidráulicos, eléctricos, de seguridad, antiincendios y otros se controlan a través de un hardware y un software específicos.
Solamente la regulación de la ventilación y la calefacción de las 31 habitaciones se realiza de forma separada. Obviamente, explica el Ing. Diego Freile, estas las regulan los huéspedes.
Como casi siempre sucede, en esta transformación también hubo inconvenientes, explica Jaramillo. Uno de ellos tuvo que ver con la ubicación de los ascensores, que topaban con una propiedad vecina.
Esto suscitó un debate, incluido el Municipio de Quito y, al final, se encontró la ubicación exacta. Esto dio lugar, también, a otra feliz incorporación arquitectónica: la hermosa escalera de caracol con pasamanos de hierro forjado.
La arquitectura preservó la esencia y la tipología de la edificación pero incorporó otros elementos, necesarios para el cambio de función, como los baños en las alcobas, los cuales son de última tecnología.
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Pero si la arquitectura tuvo arte en la alquimia que se realizó en el palacete de San Francisco, el diseño interior tuvo su parte. Esta complicada tarea estuvo a cargo del arquitecto Diego Arteta.
Los parámetros en los que se desenvolvió el trabajo del experto fueron la tradición y la contemporaneidad. “En una casa con tantos elementos de distintos estilos como el republicano francés, el renacentista, neoclásico y hasta art deco, el diseño debía tener ciertas libertades compositivas. Libertades que atraigan y conmuevan”.
El mobiliario, por ejemplo, no es ultramoderno pero tampoco estilo Luis XV. Es moderno y combina con el espacio construido.
Los muebles pertenecen al internacional Donghia.
La serie de telas, por ejemplo, fue fabricada por Osborne & Little y tiene diseños coloreados y escogidos con dos criterios: darle sabor a la casa sin romper la unidad con lo que existía.
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Como es clásico de los hoteles boutique, explica Arteta, también en Casa Gangotena hay elementos sorpresa; elementos de ‘shock’ que imponen el carácter.
El estilo de las lámparas de techo es totalmente art deco; pero el de los apliques y el de los focos de piso es contemporáneo. La iluminación decorativa nocturna, también, pues es a base de LED.
Desde luego hay aportes de artistas, explica Arteta. Muchas alfombras son diseños de Paula Barragán; y Lucía Falconí creó varias; una en un biombo del bar.
En fin, Casa Gangotena es el esfuerzo de unas 300 personas, por el lapso de tres años.
Un palacete con abolengo
Al estar ubicada cerca de la Plaza Grande, la plaza de San Francisco fue una zona inmobiliaria desde la fundación misma de la ciudad. Es más, en esta plaza se realizaba el tiánguez (mercado) prehispánico más grande.
El solar, entonces, siempre fue estratégico. La primera mansión fue construida por la familia Gangotena en 1880. Luego, en 1914 fue consumida por un incendio y fue reconstruida por los arquitectos y hermanos Antonino y Paolo Russo. Los archivos hablan de que la inversión fue de 1 600 sucres (USD 400).
Los Russo levantaron una vivienda con arquitectura ecléctica, que mezcla estilos como el republicano francés, neoclásico, el renacentista y hasta el art deco.
La nueva construcción se termina en 1926. Para su edificación se importaron pisos taraceados de Francia y tumbados de latón, posiblemente de Bélgica.
Muchas paredes interiores estuvieron recubiertas de murales y de tapices, los cuales revivían escenas campestres con influencia inglesa y francesa.