Un experto en la cultura Pasto

Más de 400 piezas diarias.  Wilfrido Melo es el único alfarero que reproduce la cultura Pasto.

Más de 400 piezas diarias. Wilfrido Melo es el único alfarero que reproduce la cultura Pasto.

En los últimos 40 años, Wilfrido Melo ha elaborado más de 50 000 réplicas de piezas de la cultura Pasto. Descendiente de una familia de alfareros, está empeñado en recuperar las técnicas que utilizaron los antepasados.

Los diseños los copia de su archivo, en el que tiene 3 000 fotografías sacadas de libros y tomadas a las piezas que encontraron los huaqueros en las innumerables excavaciones realizadas en diferentes sectores de Carchi.

En su casa, una edificación de adobe y teja ubicada en el centro de Tulcán, tiene instalado su pequeño taller. En la esquina del cuarto está el torno manual; en el otro extremo la mesa de diseño y, junto a esta, en una alacena, los frascos en donde guarda los colores naturales y pinceles.

En el fondo, otro armario con las piezas que faltan por pintar. El cuarto es oscuro y una luz tenue se filtra por las rendijas de la puerta. “Así vivían los pastos”, comenta mientras amasa el barro sobre un tablón que hace de mesa. En el compartimento contiguo está el horno de leña.

El oficio lo heredó y aprendió de su padre, Elías Melo y, por ahora, como él mismo asegura, es la única persona en todo el país que reproduce las figuras y los objetos que son característicos de la cultura Pasto.

“He leído 610 libros sobre esta cultura; eso me ha permitido conocer los secretos de nuestros antepasados. Conozco los materiales que utilizaron, los procedimientos para elaborar las figuras y las técnicas de pintura”.

De hecho, todos los materiales que usa son naturales. El barro lo trae de Chapués, una comunidad de Tulcán, y los colores rojo, negro y crema los extrae del óxido de hierro, del manganeso y de la greda, en ese orden.

El primer paso es amasar el barro y guardarlo en una caja. Después de amasar este material, se inicia el torneado. El aparato es de madera y tiene una base circular grande, enlazada con un palo a otra más pequeña.

En el círculo superior pone el barro y con las manos le va dando forma, mientras que con los pies imprime la fuerza necesaria para que el material gire.

Luego lo hace reposar hasta cuando se seque, eso sí, naturalmente, primero en sombra y luego al sol. El horneado es el paso siguiente. Cuando la figura ya está quemada, acude a los pinceles y a la pintura para plasmar los rasgos característicos que distinguen a la cerámica de los pastos.

Utiliza pinceles hechos con pelo de cuy y sebo natural.

Las ánforas, ollas figuradas, ocarinas, platos, máscaras y vasijas son una parte de su producción. La mayoría de piezas se va a Colombia, España, Italia, Francia, Brasil y Estados Unidos.

Los precios de las piezas va desde los USD 20 hasta los USD 500. La mayoría se exhiben en museos internacionales.

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