Sixto Molina, de 32 años, llegó a Coca, provincia de Orellana hace algunos meses. Sus ganas de progresar fueron sus herramientas para aventurarse en la ciudad petrolera. “Llegué sin nada y gracias a mi trabajo conseguí las herramientas que tengo”.
Molina dejó su natal Latacunga, capital de Cotopaxi, porque sus amigos le dijeron que en el Oriente hay mucho trabajo.
Este hombre delgado y pequeño no lo pensó dos veces y trajo su habilidad para trabajar el metal para fabricar puertas, ventanas, cubreventanas, verjas, pasamanos y otros equipamientos en hierro y acero.
“La cerrajería siempre fue mi pasión. Y mi sueño más constante. Aunque no es una profesión que quisiera que sigan mis hijos porque es dura y, casi siempre, mal retribuida”.
Este padre de dos pequeños afirma que la cerrajería es un bonito oficio. “Aprenderlo no es difícil, siempre y cuando a alguien le guste”. Por eso a Molina no le resultó complicado aprender el arte en el hierro en un taller metalmecánico de Latacunga.
El cotopaxense puso todo su empeño para aprender desde los 16 años. La vista fue su mejor herramienta para recoger los secretos para doblar una varilla y hacer ventanas o puertas.
Por ello, a Molina le resulta fácil hacer un cubreventanas en menos de un día. Claro, dependiendo de la complejidad y el gusto del cliente.
Los pedidos son constantes. En Orellana, por ejemplo, las personas han solicitado al maestro Molina puertas para las entradas de las casas. También piden bastante los protectores de ventanas para mejorar las seguridades.
La acogida que ha tenido su trabajo durante estos meses ha hecho que el maestro no sufra por la falta de empleo.
Incluso tuvo que contratar a tres personas para completar las obras solicitadas. Por eso su taller está lleno de ventanales blancos listos para entregarse.
Los ayudantes de Molina también se convierten en aprendices. El latacungueño comparte sus habilidades con las personas que le dan una mano en su tarea. Una sonrisa se esboza en su rostro cuando dice que no es un maestro enojón.
La habilidad para adornar una casa con los herrajes la comparte con dos hermanos. Luis Molina, de 23 años, es uno de ellos. Él llego hace unas semanas para ayudar a Sixto en las labores de cerrajería. “Solamente vine por un tiempo, hasta completar los trabajos que tenemos que hacer”.
El menor de los ocho hermanos Molina se aventuró en la cerrajería desde que dejó la primaria. Con habilidad corta pedazos de aluminio mientras cuenta su ingreso en la profesión. “Aprendí en un taller y poco a poco fui mejorando.
Como dice mi hermano, a uno le debe gustar esto para aprender más rápido”.
Aunque admite que lo más complicado en la cerrajería es soldar. Hay ocasiones que, si no se tiene cuidado, el electrodo puede pegarse en la parte donde se está soldando. Pero los inconvenientes se superan con habilidad y experiencia.
Lo cierto es que los hermanos Molina se están haciendo de un nombre en Orellana, una región que para ellos es como la ‘tierra prometida’ y en la que han puesto todas sus esperanzas, ilusiones y ganas de trabajar.