Alan Fletcher, uno de los gurús del diseño contemporáneo, expresó hace algún tiempo que el diseño será la disciplina que salvará al mundo.
Fletcher se sustenta en el significado que el diccionario inglés atribuye a ese vocablo: design, que equivale a plan mental. En este orden de ideas, todo es posible de ser diseñado.
La praxis no hace otra cosa que refrendar con hechos esos conceptos. Las innovaciones abundan. Un diseñador español desarrolló un sistema para lavar un automóvil utilizando 10 veces menos agua que la que emplean las máquinas de hoy. Este y el riego por goteo nacido en Israel para vencer la aridez del desierto son muestras de diseño que ayudan a imaginar un mundo menos dilapidador de recursos no renovables y más comprometido con el medioambiente.
Las grandes empresas están llenas de creativos y científicos que luchan, día a día, por encontrar nuevas y mejores soluciones para ayudar a los seres humanos a vivir mejor y contaminando menos. Y buscan productos más eficientes, ecológicos, duraderos y, asimismo, bellos y funcionales.
El mundo de la construcción y sus adláteres está lleno de ejemplos. Los mexicanos Joel Sosa Gutiérrez y Sergio Omar Galván Cáceres inventaron, en 2005, el hormigón translúcido; la empresa alemana Dupont puso en circulación el Corian, una amalgama de resina acrílica e hidróxido de aluminio que sirve para elaborar muebles, sanitarios, tabiques…
Lo más probable es que el diseño no logre salvar al mundo… por sí solo, pero está dejando de ser solo un recurso cosmético para embellecer nuestro entorno; ahora busca que el hábitat humano sea más armónico, gratificante y sano. Y más asequible para todos.