Una decisión que es para toda la vida

En esencia, una casa por sí misma no es un hogar. En todo caso, no solo es el envoltorio de cualquier relación familiar, sino que es la mejor de las inversiones: una casa, sea cual fuere su destino final, siempre es dinero fijo. Es, además, un bien que se deprecia mucho después de otros activos, como los automóviles.

Por estas razones, la compra de un inmueble debe ser una de las cosas más meditadas que debe realizar un ciudadano; pues en esa negociación están en juego el futuro de su familia y, muchas veces, hasta los ahorros de toda la vida.

¿A cuento de qué viene esta reflexión? Pues a que la fiebre por comprar un 'techo propio' se dispara cuando se realizan las ferias inmobiliarias, donde los descuentos y promociones son poderosos anzuelos que pueden atrapar hasta al hombre más prevenido.

Dos de estas exposiciones (Mi Casa Clave y el Salón de la Vivienda y su Financiamiento) se realizarán próximamente en la capital y, seguramente, convocarán a una multidad de personas ávidas de encontrar un inmueble, ya sea por necesidad de residencia o por inversión.

Y aunque los organizadores de estos eventos ahora son muy estrictos a la hora de seleccionar a las promotoras, constructoras e inmobiliarias exigiendo la documentación que garantice su idoneidad, nunca está demás ir prevenido 'por si las moscas', como dice esa sentencia popular.

¿Cómo hacerlo? Si le gusta una unidad habitacional averigüe los datos de la empresa que la vende. Solicite que le muestren los avales legales, la escritura del terreno...

Algo esencial: evalúe a conciencia cuánto puede pagar por cuotas sin sufrir un colapso en su presupuesto familiar mensual. Si no calcula bien, tendrá casa pero nunca paz.

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