Las paredes son las áreas más grandes y la primera vista de una edificación, sea vivienda u oficina. Así que sus decoración debe estar en concordancia.
En ese ámbito, explica Savita Wack, la utilización del color es esencial para lograr la mejor impresión en quienes ingresan y observan la estancia.
El mejor efecto decorativo es crear una armonía por medio de una proporción 70% + 20% + 10% entre los colores de las paredes, los muebles y los accesorios.
En toda armonía se considera tres colores. Primero es el color dominante o principal, cual se encuentra en la mayor proporción (70%). El segundo es el tónico o el estimulante, cual se utiliza como contraste del color principal (20%). El tercero es el color medianero. Como se entiende, es el mediador y se relaciona con el dominante y el tónico y su proporción no pasa del 10%.
De hecho, el color dominante más utilizado a través del tiempo ha sido el blanco. Este es el tono epónimo por simplicidad, pureza y elegancia.
Las paredes blancas son muy apreciadas por su versatilidad, pues se pueden combinar con cualquier miscelánea decorativa.
El secreto de la elegancia es ser consecuente y no mezclar muchos colores. Se puede emplear el blanco en toda su variedad de 44 tonos, entre ellos beige y arena.
Una tendencia en alza, explica el diseñador Marcelo Rodríguez, es utilizar tonalidades encendidas en una de las paredes de la alcoba. Así se confiere ritmo, movimiento y vitalidad al ambiente.
El mobiliario, para estos casos, debe privilegiar los tonos tierra como café, negro y canela; y los muebles lacados o pintados en tonos oscuros o livianos.
Muebles oscuros complementan pisos blancos, de tonos naturales y de madera. Cuando el piso es oscuro, es necesario que la alfombra sea de uní color liviano: en pasteles, beige o crema. El color puede repetirse, pero en varios matices y tonalidades.
Alfombras con muchas figuras y colores, distraen y rompen la armonía, explica Wack.