La intervención en la casona patrimonial de las calles Sangurima y Vargas Machuca, en el centro de la capital azuaya, duró un año y tres meses. Se restauraron 600 m² en tres niveles
Este inmueble fue conservado como era originalmente, para los cual se utilizaron fotografías de hace más de 40 años. Se recuperó el patio central donde anteriormente se construyeron habitaciones para arrendarlas.
Las paredes y el techo de la casa, que funcionaba como conventillo, estaban en malas condiciones. “No se sabía cómo era originalmente porque hubo varias intervenciones sin criterio técnico”, dice el director del proyecto, Claudio Ullauri.
Se conservaron las gradas de madera, al igual que los pilares, canecillos y las paredes de adobe y bahareque. Lo mismo ocurrió con las vigas y pisos de madera de eucalipto. El techo fue cambiado en su totalidad y se recubrió con tejas artesanales grandes como tienen las casas patrimoniales.
Según Ullauri, por su valor histórico no se podía modificar ni tumbar la estructura original. En su trabajo conservó las ventanas de madera, al igual que las puertas. “Por seguridad de los almacenes se colocaron puertas enrollables en la parte interior. No son visibles y solo se usan en la noche”.
Este bien pertenece a Víctor López, quien reside en Estados Unidos y fue construida en varias etapas desde 1939. Él adquirió esta propiedad hace 20 años, pero no tuvo mantenimiento.
Al lado había un terreno que era conocido en el barrio 9 de Octubre porque allí se vendía alfalfa desde hace varias décadas. Ese sitio también pertenece al mismo propietario.
En ese lote se edificó una casa con un estilo que guarda similitud con la casona patrimonial, pero se usaron nuevos materiales como piso flotante, ventanas de aluminio, enchapes de piedra… Además, tiene dos vitrales del artista cuencano Patricio León. El primero hace alusión a las flores y el segundo a quindes.
La nueva estructura tiene 1 300 m². Tiene un almacén de 500 m² en dos niveles y cinco oficinas en la planta alta. En el tercer nivel hay un penthouse de 300 m² que cuenta con cuatro dormitorios, sala, comedor, cocinas y dos terrazas. Además, en el sótano hay un parqueadero para 10 vehículos.
Según Ullauri, director del proyecto, la fachada de la casa antigua era simple y “como no se puede modificar se trató de darle más protagonismo”. Para ello, enmarcó las ventanas pintándolas usando un color rojo inglés.