Dos indígenas de la comunidad Salasaka utilizan Internet a través de un teléfono inteligente, para conectarse a Facebook y revisar la red social. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO.
Existen dos opciones cuando en Internet no circulan contenidos en los idiomas que uno habla y comprende. Una es traducir esa información a una lengua comprensible. La otra es producir los contenidos en cada idioma. A esta disyuntiva se enfrentan día a día personas como Juan Chicaiza, un vendedor de artesanías, cuyo español es bastante básico, a diferencia del conocimiento fluido del kichwa y del epera.
Si bien en la Red pululan los contenidos en inglés, español o mandarín, no sucede así con dialectos menos conocidos, como el mískito, el occitano o el choni, por mencionar tres lenguas en vías de extinción.
Es necesario -dice María Pessina, de Media Lab UIO– que en el discurso sobre la democratización de Internet no solo se ponga atención en el hecho de que todos puedan acceder a la información; sino también la cuestión de dotar a los usuarios de contenidos en sus idiomas.
Así, en la actualidad se encuentran páginas como Otavalosonline o kichwa. Con cursos de kichwa, información noticiosa o novedades mundiales, estos sitios son modelos de contenidos en sus respectivos idiomas.
En el país no existe un registro de cuáles son los usos más comunes de las comunidades indígenas. Pero para el ingeniero informático Mauro Tituaña -zápara-, esto no es impedimento para afirmar que los usos más obvios son comunicaciones con familiares, redes sociales y compra y venta de productos y servicios.
“Muchos nos vemos obligados a hacer un uso muy básico del potencial de la Web, porque sencillamente no tenemos información en nuestros idiomas”, comenta Tituaña.
En su investigación ‘Los usos sociales de Internet en las comunidades indígenas mexicanas’, publicado por la Universidad Autónoma de México, Carmen Gómez Mont apunta que un uso inteligente de la Web entre esta población será posible cuando se les ofrezca una infraestructura tecnológica adecuada. Pero no es todo, habría que añadir un hecho fundamental: la generación de una identidad propia en Internet.
Para la socióloga Paulina Antich, esto implica que en la Web los miembros de las comunidades entren de lleno con información que les otorgue presencia real y no como objetos exóticos. En ese sentido, no se trata de hablar exclusivamente de la ancestralidad de los waorani o de los tsáchilas; pues en la Red su rol sería ofrecer una visión del mundo desde su posición. “Lo interesante sería que un indígena boliviano diga cómo la vacunación está cambiando la calidad de vida de su pueblo”.
Frente a este escenario, el Media Lab UIO, que se construye en las instalaciones de Ciespal y que abrirá sus puertas en los próximos meses, quiere convertirse en uno de los espacios para que, entre otras cosas, se puedan construir nuevas propuestas pensadas por y para comunidades específicas. El proyecto se suma a otros como el colectivo Kichwashun, que desarrolla páginas web para indígenas.
Pero, ¿cómo se podría crear un espacio diferenciado en la Red y para este público? Detrás de exitosos sitios, como Facebook y Twitter, existen estudios de mercado que muestran los hábitos y el comportamiento de los usuarios.
Basado en ello, y con la ayuda de su pasado zápara, Tituaña explica que tanto los menúes como los ‘tags’ de los contenidos deben utilizar verbos, pues la acción provee de más información en su cosmovisión.
Ya en la parte del diseño se deberían utilizar gráficos muy distintos a los memes, los emojis y otros, ya que estos no aportan sentido de pertenencia al usuario. Se debería encontrar el punto medio entre este conocimiento previo y el que se consume en sociedades contemporáneas. “Un meme con texto en kichwa es un primer paso”, comenta.
Sin embargo, el reto -mientras los contenidos se generan-
es diseñar un potente traductor que permita convertir páginas de cualquier idioma a las lenguas que, por ahora, no cuentan con la posibilidad de visibilizar su información.