La comprensión es clave frente a una pérdida de año

estudiantes del Colegio Juan Pío Montúfar

estudiantes del Colegio Juan Pío Montúfar

Estudiantes al sur de Quito. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Que un joven tenga que perder prácticamente todas sus vacaciones porque se quedó a supletorios ya es bastante estresante, pero que a pesar de todo ese sacrificio se vea obligado a repetir el año porque su “esfuerzo” no fue suficiente, sin duda es una situación sumamente adversa que requiere de la predisposición del estudiante y los padres para poder ser superada.

En un escenario de este tipo, el muchacho puede manifestar distintos síntomas como por ejemplo depresión, inestabilidad en el estado de ánimo, preocupación constante, ansiedad, irritabilidad, falta de apetito e insomnio. En casos extremos se ha dado situaciones en que los chicos llegan incluso al suicidio.

Frente a una pérdida de año, el punto de partida, según la psicóloga educativa María Belén Moscoso, es mantener una charla familiar en la que los padres conversen con su hijo sobre las consecuencias de perder un año; desde el aspecto económico hasta la intranquilidad que provoca el no saber cuál será el futuro académico.

A partir de ahí se puede entrar en otros detalles como la negociación. Para Moscoso, este recurso es muy útil al momento de escuchar cuáles son las necesidades de los adolescentes, pero al mismo tiempo hacerles entender que ellos también deben retribuir esa comprensión siendo responsable en el colegio.

¿El estudiante debe repetir el año en el mismo colegio? De preferencia no. Esto porque además de que la situación ya es difícil, se puede complicar aún más porque los compañeros que sí pasaron el año les suelen molestar, atribuyéndoles una menor capacidad cognitiva y destruyendo así su golpeada autoestima.

En casos en los que la pérdida de año se produjo estrictamente por descuido o vagancia, el dejar al alumno en el mismo centro educativo sí puede ser una oportunidad para que madure y comprenda que todo acto tiene su consecuencia.

Los especialistas recomiendan que en ningún caso es recomendable recurrir al castigo físico o psicológico, ya que no ayudará a cambiar la actitud del joven. De hecho, en muchas ocasiones puede volverlos aún más rebeldes.

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