La compleja cuestión de la movilidad

La paradoja urbana siempre enfrenta posiciones contrapuestas en varios ítems que conforman el ‘damero’ conceptual de las ciudades y metrópolis.

Hoy, precisamente, hay un gran debate sobre la pertinencia o no del nuevo sistema vial Guayasamín que, como sabemos, incluye un paso elevado.

El proyecto tiene defensores y detractores acérrimos. Entre estos
últimos se enlistan los mo­radores del barrio Bolaños
-afectados por el trazado- y muchos arquitectos.

Claro, los profesionales afines a la Municipalidad defienden y argumentan a favor de esa solución vial.

¿Cuál de las dos ponencias es la correcta?

Si bien es cierto que el talón de Aquiles de la capital de los ecuatorianos es -y desde hace tiempo- la movilidad, y se necesitan acciones efectivas para su mejoramiento efectivo; también es verdad que la ciudad se ha planificado siguiendo las modas modernistas y desarrollistas imperantes en las urbes de los 60 del siglo pasado.

En estas épocas, el automóvil empezó su ascenso a ser el rey citadino y en su ‘honor’ se levantaron los más presuntuosos equipamientos para entronarlo. Los puentes y pasos elevados son un ejemplo.

Claro, Quito no podía caminar por la ‘orilla del progreso’ y empezó a llenarse de pasos elevados como el de La Marín, El Labrador, la Orellana, la Patria... Algunos, muy pocos, demostraron ser funcionales y otros (como el de La Marín) se convirtieron en mayores dolores de cabeza para la ciudad.

Eso mismo pasó en otras ciudades del mundo donde, pasada la novelería, comprobaron su ineficacia y los cambiaron por otras soluciones más coherentes. Madrid, Barcelona y varias metrópolis estadounidenses derrocaron varios de esos pasos. Ahora, allí, se abren más espacios para los peatones y las bicicletas.

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