Compañía y silencio para los afectados

En Jama. Dos niños recorren el poblado después del terremoto. Foto: Patricio Terán/EL COMERCIO

En Jama. Dos niños recorren el poblado después del terremoto. Foto: Patricio Terán/EL COMERCIO

En Jama. Dos niños recorren el poblado después del terremoto. Foto: Patricio Terán/EL COMERCIO

La pérdida de un familiar, de un amigo, de un vecino, es un golpe que deja un vacío. Y cuando esta pérdida ocurre de manera repentina, como en una catástrofe natural -el terremoto del 16 de abril-, las secuelas y el impacto tienen dimensiones imponderables.

¿Cómo ayudar a esas personas? El psicólogo Napoleón Vásquez sugiere (hasta que llega la asistencia especializada) acompañarlas en silencio, pues atraviesan por un momento de profundo dolor.

En esa etapa, muchas veces, sobran las palabras, pues según el especialista el campo sentimental está bloqueado y “herido psicológicamente”.

Añade que si el acompañante va a utilizar palabras para intentar aliviar la pena de su familiar o amigo es importante seleccionarlas con cuidado, pues existe la posibilidad de que ante algún mensaje no apropiado reaccione con violencia.

Tras ser testigos de un evento tan traumático, muchas personas se sienten vulnerables y eso genera cambios en su carácter: se irritan, demuestran ansiedad, depresión. También tienen dificultad para coordinar sus movimientos, para hilar pensamientos y para relacionarse con el resto de las personas.

Iván Vallejo, montañista y motivador, coincide con el especialista y añade que, por ahora, es vital abrazarlas, acompañarlas, acogerlas. “Orar y estar junto a ellas es lo que podemos hacer en este momento”. Esa afirmación la hizo desde Bolivia, donde cumple con una expedición y en donde dedicó una oración para los damnificados .

El motivador coincide con Vásquez en que el silencio es uno de los mejores regalos que se les puede entregar a las personas que perdieron a sus seres queridos.

Resulta inoportuno por ahora, según Vallejo, dictar charlas motivacionales para intentar calmar el dolor que produce la muerte de un familiar, pues “en Occidente ese es el dolor más intenso que una persona puede experimentar”.

Después, sin dejar pasar demasiado tiempo, dice Vásquez, es importante buscar un espacio para brindar ayuda especializada. “En estos momentos nunca encontraremos un lugar y hora ideal, pero es necesario identificar el momento oportuno para actuar”.

Con esa asistencia se busca despejar los temores que, por lo general, se apoderan de las personas después de vivir este tipo de catástrofes naturales.

La ayuda psicológica a los damnificados les permite retomar su vida, alejada de patologías que pueden llevarlos, incluso, a quitarse la vida. “Yo he visto esos casos. Por eso insisto en que la ayuda psicológica es vital. A veces, incluso, es necesario recurrir a la parte espiritual”.

Si la ayuda especializada tarda, la sugerencia de la psicóloga María Fernanda Bermúdez es buscar apoyo en el líder de la familia o de la comunidad.

El acompañamiento debe prolongarse hasta que la persona supere la pérdida de su ser querido. Dejar el duelo
–proceso de adaptación a una nueva situación después de la pérdida– puede tomar entre seis meses y dos años.

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