Un perico elevó el vuelo del cómic en Ecuador hace 129 años

Mauricio Gil (de pie) enseña en la Escuela del Cómic, y tiene su propia historieta. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

Mauricio Gil (de pie) enseña en la Escuela del Cómic, y tiene su propia historieta. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

Mauricio Gil (de pie) enseña en la Escuela del Cómic, y tiene su propia historieta. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

Elena Paucar. Redactora (I) epaucar@elcomercio.com

Hace 129 años un perico con cuerpo de caballero, traje de frac y corbatín surcó los vientos de la sátira. Despegó en Guayaquil y su agudo pico incomodó al entonces presidente José María Plácido Caamaño.

El semanario liberal El Perico, publicado por primera vez el 7 de noviembre de 1885, elevó el vuelo de la narrativa secuencial en el país. Ahora la editorial Mono Cómics busca establecer esa fecha como el día de la historieta ecuatoriana.

Las ilustraciones de El Perico nacieron de la plumilla de Francisco Martínez Aguirre, médico cirujano, literato y pintor nacido en Baba (Los Ríos) y graduado de la Universidad de Pensilvania, como resume una investigación de Melvin Hoyos, director de Cultura de la Municipalidad de Guayaquil. Los cadáveres fueron, al inicio, la inspiración de Martínez. Y pasó de esbozar láminas del cuerpo humano a graficar la política de la época, una tarea que en varias ocasiones le costó el exilio en Perú.

En la revista Boletín del Museo Municipal (2003), Hoyos hurga en el pasado y saca a la luz otro semanario, Fray Gerundio, publicado también en 1885. Contenía un espacio para caricaturas, aunque mínimo. Por eso El Perico se posicionó como la chispa que motivó a otros ilustradores a hacer caricatura satírica y el humor negro, en periódicos que vieron la luz a partir de 1887 como El Jorobadito, Fray Melchor y El Marranillo.

El estilo de la época no fue muy distante al que protagonizó el boom mundial de la historieta. Alfredo García, presidente del Cómic Club de Guayaquil, rescata de estos orígenes a Max y Moritz (1865), del alemán Wilhelm Busch, y El chico amarillo (Yellow Kid-1896) que Richard F. Outcalt publicó en Estados Unidos. A estos personajes se sumaron otros que dieron impulso al noveno arte, un lenguaje que halló su formato inicial en la tira de prensa, generalmente con crítica política y social.

De vuelta al Ecuador: a partir de 1900 surgen Juan Pueblo (1918), Saeta y Rafles (1924) y publicaciones como Panfleto y Secreciones del mojigato. Algunos de estos íconos aparecen en la línea de tiempo que Mono Cómics recopiló para revivir el pasado del cómic nacional.

Mauricio Gil, quien también es parte de la Escuela del Cómic, reunió a decenas de históricos personajes, creados al carboncillo. Pero en ese trayecto se topó con un abismo de producción, un vacío que duró unos 50 años y que contrasta con el auge que ganaba el género en Estados Unidos con Batman, Superman y otros superhéroes que aparecen desde los años 30.

Gil tiene su propia hipótesis para explicar esa escasez: la Segunda Guerra Mundial. Las hazañas de hombres con superpoderes fueron la puerta de escape de la crisis de la época para la sociedad americana, una crisis que no golpeó igual al Ecuador.

Pero el despertar llegó de la mano de caricaturistas como José Daniel Santibáñez. El Gato fue su primera tira cómica en 1978. Luego le siguieron otras que fusionaron la figura del héroe del cómic americano con la cultura local como Guayaquil de mis temores y las revistas Ecuador Ninja (1984) y Ficciónica (1992), con protagonistas que luchan por defender a Guayaquil de los villanos.

Un trabajo que se ha mantenido en el tiempo es Leyendas. De la pluma de Mauricio Gil, con la producción de Eduardo Oneto, el primer número apareció en el 2003. En este año imprimieron la edición 17 y los guiones adaptados están listos para cubrir las publicaciones de los próximos cinco años. Leyendas bosqueja relatos ancestrales que rescatan la oralidad de la Costa, Sierra y Amazonía ecuatorianas.

Otras publicaciones más juveniles se forjan en la Escuela del Cómic, que funciona en el Tecnológico de Arte y Comunicación (ITSU). De estos salones, que reciben a 24 estudiantes cada sábado, salieron historias como Competir por ti, de Valeria Galarza, una comedia romántica de estilo japonés que ya va por su cuarto libro.

De garabatos y trazos también nació la saga de Ángelus, de Carlos Mendoza. El pacto del solitario es su primer libro de 260 páginas, ambientado en un mundo imaginario donde se desencadena una batalla por la supremacía. La promesa rota es la segunda entrega y ya en la mente de su autor se desata una nueva trama para seguir publicando.

La imprenta no para de rodar. Solo este año editorial Mono Cómics lanzará nueve historietas de jóvenes autores, una muestra de que el aporte a la historieta ecuatoriana continuará…

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