Estudiantes del colegio Montúfar se graduaron el miércoles pasado en Quito. Foto: Jenny Navarro / EL COMERCIO.
Dejar el colegio es una de las etapas que más sentimientos encontrados produce. Por un lado, los jóvenes quieren culminar los 12 años de estudios y disfrutar de su título de bachiller; pero también deben dejar atrás sus amigos, compañeros, maestros…
Para la adolescentóloga Carmen Marín, esta etapa es decisiva porque ahora ellos ya son adultos y deben decidir sobre su futuro y lo que será el resto de sus vidas.
Rafaela Callejas se graduó en el colegio Americano de Quito. Ella cuenta que el último día de clases hubo un cúmulo de emociones. “Todos llorábamos, nos abrazábamos”, cuenta.
El último día de clases, todos sus compañeros hicieron un recorrido por el campus del colegio. Recordaron su paso por las aulas y prometieron no perder el contacto.
Mientras ella aprovecha sus vacaciones y se prepara para entrar a la universidad, Stéfany Pozo lidia todavía con la emoción de culminar sus estudios y graduarse. Hoy es su último día en el Liceo Matovelle, ubicado en el Centro Histórico de Quito.
La joven confesó que tiene sentimientos encontrados antes de su incorporación, prevista para las 10:00.Por un lado, siente una profunda emoción por culminar una etapa de su vida estudiantil. Pero por otro, el miedo y la incertidumbre del futuro la mantienen intranquila.
La estudiante contó que con sus compañeras de clase se reunieron y compartieron momentos antes de la ceremonia de clausura del año lectivo. De cara a sus vacaciones, Pozo buscará un trabajo en verano y, posteriormente, tiene planeado inscribirse en un curso de idiomas. “Es lindo terminar el colegio pero ahora hay que afrontar otros retos”, dijo la joven.
Para Marín, este cambio puede provocar un ‘shock’ en los jóvenes, porque implica dejar la “comodidad” del colegio para afrontar las responsabilidades e independencia que trae la universidad. Es decir, asistir puntualmente a clases, cumplir con tareas, tener buenas notas… sin que los padres controlen que lo hagan.
A pesar de esta incertidumbre que se puede producir, Nicolás Díaz está feliz de poder vivir esa nueva experiencia.
“Creo que en el colegio aprendí hábitos de estudio que me van a servir en la Universidad, para ser responsable, llegar a tiempo y cumplir con los deberes que me manden”, explicó el joven.
Él tiene previsto estudiar Negocios Internacionales fuera del país, al igual que otros tres de sus compañeros. “Me da tristeza irme, pero estoy emocionado porque empieza una nueva etapa. Voy a vivir solo, a desenvolverme solo sin que mi mami esté atrás mío todo el tiempo”, dijo Díaz.
Esta realidad la viven muchos adolescentes que deben viajar para estudiar. No solo fuera del Ecuador sino también entre provincias. Para ellos, este cambio puede provocarles mucho estrés, porque vivirán en un lugar desconocido, con gente totalmente nueva, señaló la adolescentóloga Marín.
“Los padres deben tener mucha paciencia y guiarles bien para que estudien en la universidad lo que realmente les motive y les guste. Esto evitará deserción y cambio de carreras”.