Cocinas solares, opción ecológica y sana

Erika Díaz explica el funcionamiento de una cocina solar, en el patio del Iecaim. El costo del implemento es bajo. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO.

Erika Díaz explica el funcionamiento de una cocina solar, en el patio del Iecaim. El costo del implemento es bajo. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO.

Erika Díaz explica el funcionamiento de una cocina solar, en el patio del Iecaim. El costo del implemento es bajo. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO.

Con dos cajas de cartón, pegamento, papel periódico, cuatro láminas de aluminio, un vidrio y una bandeja oscura de metal se puede cocinar desde un pollo u hornear el pan. Se trata de una cocina solar cuya energía es inagotable y amigable con el ambiente.

Con el objetivo de conseguir un ecosistema sano, sin descuidar el desarrollo sostenible, Fabiola Cuvi, directora del Instituto Ecuatoriano de Investigación y Capacitación de la Mujer (Iecaim), y otros integrantes de este organismo vienen, desde 1989, promoviendo el uso de las cocinas solares como una alternativa.

Este instituto capacitó sobre el uso y construcción de las cocinas solares a más de 500 mujeres, 300 estudiantes y cientos de familias de la Costa, Sierra y Amazonía, desde finales de los ochenta hasta la actualidad. Estos talleres se llevan a cabo en el centro del Iecaim y también en las comunidades. Cuvi cuenta que la difusión de la estufa solar se realizó por primera vez en el Comité del Pueblo 1.

Roberto Carbo, usuario de estas cocinas, cuenta que “cocinaba de todo... me encantaba poder comer sin sentir que produje contaminación”. Recuerda que organizó un “asado solar” con amigos donde toda la comida se cocinó con la energía del sol. El implemento se le daño tras una lluvia después de seis años de uso. Carbo afirma que el único inconveniente es la escasa resistencia de los materiales, pero si se tiene el debido cuidado dura muchos años.

En Ecuador, el 91% de la población utiliza cocina a gas licuado de petróleo y un 6,8% calienta sus alimentos con leña o carbón, según el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC) -2010-. Sin embargo, con el fin de cambiar la matriz Energética del Gobierno (2009-2020), se espera sustituir a futuro tres millones de cocinas a gas por las de inducción.

Tanto las cocinas a gas como la quema de madera y carbón causan contaminación con gases tóxicos como el CO2, monóxido de carbono (CO), óxido de nitrógeno (NO2) y otros productos químicos nocivos para la salud.

En los entornos rurales es muy común la utilización de leña para cocinar, la quema de madera o carbón ocasiona inflamación a las vías respiratorias y pulmones. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), al inhalar los gases tóxicos por quemar materia orgánica, miles de adultos y niños reciben cantidades de humo que equivalen al consumo de dos paquetes de cigarrillos diarios. En Ecuador -según el INEC- son 259 216 las personas expuestas a esta amenaza.

Por otro lado, un estudio de la Universidad de Sheffield, en Reino Unido, comprueba que la contaminación del aire con las cocinas a gas supera a la polución en las calles. Por ejemplo, el gas anhídrido sulfuroso que emite una cocina alcanza los 0,0025 mg/m3, superando el máximo permitido por la OMS por hora en el exterior: 0,001 mg/m3.

Según un estudio de la Escuela Politécnica Nacional del Ecuador, el país, al estar situado en la mitad del mundo, tiene la ventaja de recibir alta radiación solar (1 000-2 000 Wh/m2) lo cual permite que las cocinas solares tengan un funcionamiento eficiente.

Esta alternativa energética podría ayudar a miles de familias a prevenir problemas de salud, además de cuidar el medioambiente. Cuvi comprobó los beneficios económicos y de salud que las cocinas solares han ofrecido a las comunas campesinas, barrios periféricos y mujeres citadinas donde se ha aplicado el programa del Iecaim.

La tapa de la cocina está compuesta por un vidrio que deja pasar la luz solar al interior de la caja y por un reflector de luz que está hecho de aluminio. Adentro de la cocina las paredes de las cajas están forradas con papel aluminio y en la base se encuentra una bandeja oscura de lata.

En el espacio que se deja entre las dos cajas se le rellena con trozos de papel periódico o espumaflex. Se recomienda cocinar con ollas pintadas de negro para que absorban mejor el calor y los alimentos puedan procesarse.

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