Nelson Valero trabaja junto a Shirley Ordóñez en la Clínica del Juguete. Foto: Armando Prado/EL COMERCIO
Entre ocho y diez días permaneció un osito de color amarillo, de 37 años, en ‘terapia intensiva’. La Clínica del Juguete, ubicada en la avenida Teniente Hugo Ortiz y Moromoro, al sur de Quito, acogió a este peluche que llegó sin ojos y con la piel
-de felpa- desteñida, sin brillo y descuidada. También tenía algunos huecos, sobre todo a nivel de las costuras en las piernas, axilas y cuello.
El peluche, de unos 70 centímetros de altura, lució ese aspecto durante un par de años, hasta que a inicios de diciembre Tatiana Logacho, de 27 años, decidió internarlo en la Clínica del Juguete. Este centro de reparación cuenta ya con 17 años de experiencia.
A ese lugar llegan a diario muñecas, juguetes de colección, peluches, autos… en muy mal estado y salen como nuevos. Logacho comprobó los rumores y lo ‘hospitalizó’.
Tras recibir el alta, el osito presumió sus nuevos ojos y piel completamente limpia. Estaba irreconocible. Cuando Logacho miró a su peluche abrió los ojos en señal de admiración.
El peluche arribó a la Clínica del Juguete tras la muerte de su dueña. “Mi padre se lo regaló a mi mamá y para mí es muy importante. No importa el valor, lo que realmente me importa es tenerlo junto a mí. Es una reliquia y quiero tenerlo muchos años conmigo”, contó.
La madre de Logacho murió hace dos años y entre los recuerdos que le dejó a su hija fue ese oso, el primero que su esposo le regaló cuando iniciaron su relación.
Tras cancelar la reparación –USD 78-, Logacho abrazó al peluche, agradeció por la atención y salió del lugar. Estaba feliz por esta cirugía.
Shirley Ordóñez es la propietaria de la Clínica del Juguete, pero el trabajo de reparación lo realiza con la ayuda de un amigo. “Es mi colaborador y juntos trabajamos con dedicación para darle vida a juguetes que mucha gente podría darlos por perdidos”, comenta.
Juntos restauraron al osito de color amarillo y a lo largo de estos 17 años han trabajado en la recuperación de productos de colección, sobre todo, de carros y productos electrónicos.
Los dos técnicos han atendido casos muy complicados, pues hay juguetes que llegan con más del 50% del cuerpo o sistema electrónico dañado. Sobre las perchas, por ejemplo, hay muñecas sin brazos con el cabello descuidado, carros con la dirección rota o con las llantas inservibles.
Los dueños trasladan sus juguetes a ese lugar porque Ordóñez ofrece una solución para el 99% de productos afectados. “Son muy pocos los casos en los que tenemos que recomendarles que compren un juguete nuevo”. Aunque reconoce esto último se ha vuelto común porque la mayoría de productos son desechables.
Gladis Frontera, que llegó al lugar el pasado lunes en busca de una solución para una muñeca que perdió la pierna izquierda, lo confirma. “Vengo a este lugar porque sé que la muñeca es de buena calidad. Si se tratara de las nuevas preferiría comprarle otra”, dijo.