Solo en Guayaquil, de un total de 8 743 privados de la libertad en tres centros de rehabilitación, 1 594 asisten a clases. 58 maestros se encargan de su educación. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO
No hay tiempo que perder. Así que desde el primer día de clases, los alumnos de bachillerato aprendieron complejos ejercicios de matemáticas.
Todos lucían un único uniforme: camisa naranja y jeans. Sobre sus pupitres mostraban sus cuadernos y libros nuevos. Y en sus manos, mientras anotaban la clase, resaltaban algunos tatuajes.
Desde este martes 30 de junio, las clases empezaron en el colegio fiscal Eugenio Espejo, que funciona dentro de la Centro de Rehabilitación Social No. 1 de Varones de Guayaquil.
Luego de las pruebas de ubicación, 864 privados de la libertad se inscribieron para asistir a los niveles de alfabetización, post alfabetización, educación básica superior y bachillerato.
Luis Z. es parte de los 98 estudiantes de primero de bachillerato, clase que por primera vez se abre en este plantel. Su meta es terminar los estudios secundarios, seguir una carrera universitaria mientras transcurre su sentencia, recuperar su libertad y conseguir un trabajo para servir a la sociedad.
En los exteriores del remodelado plantel, una bandera tricolor flameaba en alto y la mesa directiva estaba lista para recibir a las autoridades. El ministro de Educación, Augusto Espinosa; y la ministra de Justicia, Ledy Zúñiga, inauguraron el año lectivo 2015-2016.
El año escolar se desarrolla en dos quimestres. Los alumnos firmaron un acta de compromiso para cumplir 200 días de asistencia obligatoria, como explicó el ministro Espinosa. “Además, hay una oferta de bachillerato intensivo y Educación General Básica intensiva; en un año podrán terminar tres niveles educativos”.
Actualmente, en los centros de rehabilitación social del país se registran 607 estudiantes en Educación Básica Elemental con el Programa de Educación Básica para Adultos y Jóvenes, 2 205 en Educación Básica Media (de tercero a séptimo de básica),
1 616 en Educación Básica Superior (octavo a décimo año) y 582 de primero a tercero de bachillerato.
En total, 5 013 personas privadas de la libertad, un 20% de la población penitenciaria del país, asisten a programas educativos. Colegios, como el Eugenio Espejo, funcionan en los tres nuevos centros regionales del país.
Solo en Guayaquil, de un total de 8 743 privados de la libertad en tres centros de rehabilitación, 1 594 asisten a clases. 58 maestros se encargan de su educación, entre ellos Luis Enrique Espinoza.
Cada mañana, con un chaleco del Ministerio de Educación, Espinoza recorre dos pabellones para supervisar las tareas de 130 alumnos de alfabetización (se calcula que el 8% de la población penitenciaria tiene problemas de analfabetismo). “Algunos no sabían ni siquiera escribir su nombre. Ahora aprenden a leer, escribir y otros recuerdan lo aprendido hace mucho tiempo”.
El colegio Eugenio Espejo funciona desde 1996 en la exPenitenciaría del Litoral. Comenzó en un viejo pabellón y hoy cuenta con un plantel remodelado, con ocho aulas y más de 200 alumnos de educación general básica y bachillerato. Los cursos de alfabetización se dan directamente en los pabellones.
La implementación de este local escolar es parte de la remodelación integral del centro carcelario. En el camino hacia el colegio, el movimiento de obreros y maquinarias era intenso.
Muros derribados, paredes garabateadas, rejas oxidadas, puertas cubiertas por decenas de viejos candados… Son las huellas de la antigua infraestructura. En medio de la zona de reconstrucción resalta un mural decolorado por el sol: ‘Un pedacito de mundo diferente en el propio infierno’, se lee junto a una imagen de Cristo.
La ministra Ledy Zúñiga explica que en agosto próximo estarán listos 12 pabellones, reconstruidos con un presupuesto de
USD 40 millones, aproximadamente. También se planifican áreas recreativas, talleres laborales y áreas de visitas para familiares. “No se podían hacer simples readecuaciones, teníamos que derrocar y volver a construir”.
Las clases en el Eugenio Espejo son de 08:00 a 12:30. Bolívar T. es uno de los alumnos destacados. Como él, otros privados de la libertad -con sentencias de 15 y hasta 24 años-, esperan que el tiempo pase rápidamente frente a la pizarra, para alcanzar sus títulos de bachilleres.