Este año se celebra el centenario del nacimiento de Clarice Lispector, una de las autoras más importantes de las letras brasileñas del siglo XX. Foto: Archivo
Febrero de 1977. Clarice Lispector está sentada en el set de televisión del programa ‘Panorama’. Su cuerpo esbelto descansa sobre un sillón de color café colocado junto a una pequeña mesa, en la que reposa un cenicero. De su cuello cuelgan unos collares de perlas blancas y entre sus manos sostiene un paquete de cigarrillos, que consume de manera intensa.
Durante toda la entrevista, en la que se nota la tensión que hay entre ella y el entrevistador, habla lo estrictamente necesario. En unas ocasiones explica que no quiere o no puede responder y en otras simplemente se queda en silencio por unos segundos. La única vez que alarga su respuesta es para aclarar que ella nunca asumió su carrera como escritora.
“Yo no soy una profesional. Solamente escribo cuando quiero. Soy una escritora amateur y me preocupo por seguir siendo una amateur. Un escritor profesional es el que tiene una obligación consigo mismo, con el otro, o en relación a otro. Yo me preocupo por no ser una profesional, para mantener mi libertad”.
La libertad de la que habla Lispector (Chechelnik, 1920-Río de Janeiro, 1977), es un rasgo que no solo marcó su existencia, sino también su escritura. Desde la publicación de su primer libro, ‘Cerca del corazón salvaje’ (1944), se distanció de la tradición literaria brasileña y latinoamericana, -marcada por el realismo social y los grandes relatos entorno a la identidad-.
El interés literario de esta autora se centró en narrar historias protagonizadas por mujeres y enmarcarlas dentro de paisajes urbanos. Su literatura está poblada de viajes iniciales, en los que los episodios cotidianos sirven como detonantes para que sus personajes se enfrenten a un proceso de autodescubrimiento, que no necesariamente termina en una transformación. Esto es lo que sucede en novelas como ‘La pasión según G.H.’ (1969).
La trama de esta novela, una de las más populares entre las nuevas generaciones de lectores, cuenta la historia de una mujer independiente, escultora amateur, sin hijos y bien relacionada en los círculos más influyentes de Río de Janeiro y su encuentro, en el ático de su casa, con una cucaracha.
Las historias en las que la imposibilidad de comprender a los otros, independientemente de que ese otro sea un animal u otra persona, y la inocencia aplastada por la miseria, cualquiera sea su rostro, toman un fuerte protagonismo en libros como ‘Un aprendizaje o el libro de los placeres’, ‘La manzana en la oscuridad’, ‘Agua viva’ y ‘La ciudad sitiada’, y también en cuentos como ‘Feliz cumpleaños’, ‘El amor’ o ‘El huevo y la gallina’.
El escritor estadounidense Benjamin Moser, autor de ‘Por qué este mundo’ (2017), sostiene que los recursos narrativos que son recurrentes en las historias de Lispector están más conectados a sus primeros años de vida, que a sus influencias literarias o musicales. La autora brasileña era amante de la música clásica, sobre todo de autores de renombre como Beethoven, Bach, Chopin, Strauss y Debussy.
Antes de llamarse Clarice, Lispector se llamó Chaya. Previo a su arribó a Brasil, su madre, Mania Krimgold, fue violada por un grupo de soldados durante los ataques dirigidos contra la población judía en Ucrania y contagiada de sífilis. Su padre, Pinkhas Lispector, un hombre con talento para la física y las matemáticas, tuvo que dedicarse a la vida de comerciante, para intentar mantener viva a su familia.
En una entrevista, concedida a la revista Gatopardo, Moser contó que Lispector tuvo un origen muy distinto a lo normal en Brasil. “Era bastante pobre, pero su pobreza no era la pobreza brasileña, de los campesinos o de las favelas. Era la pobreza del refugiado, del inmigrante. Entonces en su obra siempre nos encontramos con la mirada ajena, de la persona que parece encajar en la sociedad pero que se sabe ajena”.
Amás de la pobreza, a la que hace referencia Moser, otro aspecto que parece haber marcado la literatura de Lispector es el hecho migratorio. La migración física, pero también los constantes desplazamientos interiores que pueden trastocar la vida de una persona. Esta idea está presente en ‘La hora de la estrella’, una novela protagonizada por tres personajes del nordeste de Brasil, que cruzan sus vidas en Río de Janeiro.
Los personajes que pueblan la literatura de esta autora, que se extiende a la crónica y a la literatura infantil, tienen una fuerte carga existencial. Siempre se están cuestionando sobre lo que es considerado normal y sobre el rol que les fue dado en la sociedad. En ‘La hora de la estrella’, por ejemplo, Rodrigo S.M. se cuestiona lo que realmente es ser escritor y rompe el molde al decir que él escribe con el cuerpo.
Una de las crónicas más recordadas es aquella en la que narra y reflexiona sobre el asesinato, en Río de Janeiro, de un delincuente apodado ‘Mineirinho’, una muerte que tuvo una amplia cobertura en los medios, porque convocó a decenas de personas de los barrios marginales al lugar donde fue encontrado el cadáver. En este texto, la autora se cuestiona sobre la naturaleza de la violencia y el manejo de la justicia, a propósito de la docena de tiros que recibió el hombre.
Lispector comenzó escribiendo crónicas periodísticas en los años 40. En los 50, su amigo Rubem Braga, considerado por Clarice como el inventor de la crónica, le pidió que escribiera la columna ‘Entre mujeres’, que finalmente firmó con los seudónimos Ilka Soares y Helen Palmer. Varias de las crónicas de esos años se encuentran reunidas en el libro ‘Revelación de un mundo’.
Entre las novedades literarias, a propósito de la celebración del centenario de su nacimiento, está la publicación de ‘Todas las cartas’, un libro con 284 misivas enviadas por Lispector a familiares y amigos; y las nuevas traducciones de ‘Felicidad clandestina’, a cargo de Marcelo Cohen y la de ‘Cerca del Corazón Salvaje’, traducida por Florencia Garramuño.
En la entrevista de ‘Panorama’, que concedió unos meses antes de su muerte, Lispector también afirma que nunca escribió para ser reconocida, sino para sobrevivir a su existencia. Sin embargo, gracias a la potencia de su escritura, que también apuntaba hacia la inocencia y la marginalidad, hoy es considerada como una de las escritoras indispensables de las letras mundiales.
Sus obras están siendo revaluadas por nuevas generaciones de lectores, que han trasladado las reflexiones de sus personajes a las redes sociales; sus cuentos han sido adaptados al teatro, y sus crónicas analizadas en simposios.