Después de 30 años, el tedio y la costumbre habían hecho mella en el matrimonio de María Rosario R. y Pedro N. Tratando de avivar el fuego de sus primeros años, ella decidió reconquistar a su esposo, y pensó que la mejor manera de hacerlo era quitándose unos años de encima a través de una cirugía de la nariz (rinoplastia) y un estiramiento facial, para borrar esas desagradables ‘patas de gallo’ alrededor de sus ojos. Luego de consultar a varias amigas y familiares, se practicó una cirugía que mejoró notablemente su aspecto, lo que fue elogiado, especialmente por tres de sus hijas, de entre 37 y 44 años.
Pero, los cambios pasaron desapercibidos para Pedro, quien estaba viviendo un tórrido romance con su secretaria de 28 años. Ajenas al triángulo amoroso, sus hijas siguieron los pasos de su madre y decidieron ir al quirófano para probar las mieles del cambio extremo. Las tres se perfilaron la nariz y se hicieron implantes en los senos y los glúteos. La mayor, de 44 años, apostó por la “tuneada” completa.La noticia de las intervenciones y sus sorprendentes resultados se regó pronto entre toda la familia, incluso llegó a oídos de Sofía, de 35 años, sobrina de María Rosario, quien residía en Nueva York desde el 2005.
Sofía dice que desde hace varios años quería quitarse el caballete que se le había formado en la nariz por un golpe y aprovechar para eliminar esas “desagradables llantas” alrededor de su abdomen. “En Nueva York la operación de la nariz cuesta unos USD 7 000 y una liposucción USD 5 000, mientras que en Ecuador todo me costaba USD 3500, incluido el bótox que me inyectaron en los labios”, comenta la quiteña.
Una vez concretado el acuerdo económico, en septiembre del 2009, el cirujano le pidió que se realice varios exámenes preoperatorios, y luego de cinco días la intervino. Para recuperarse estuvo cinco días en cama, con el rostro hinchado y con moretones en el abdomen, que debió sujetar con una faja. Al retornar a EE.UU. sus dos compañeras de apartamento, Patricia, de Costa Rica; y Jennifer, de República Dominicana, impresionadas por el resultado, también decidieron venir al país, para realizarse implantes de seno y una rinoplastia. Llegaron a Quito acompañadas de Sofía en marzo pasado. Inmediatamente fueron atendidas por el cirujano, que las operó los días siguientes en su consultorio, aunque inicialmente les había advertido que lo haría en su clínica, equipada con un quirófano, y sala de cuidados intensivos. “Lastimosamente la clínica está llena, pero mi consultorio es seguro”, les aseguró el galeno, cuyo nombre prefirieron no revelar por seguridad.
Varios especialistas consultados por este Diario estiman que en el país hay, al menos, unos 300 doctores que practican operaciones riesgosas de manera clandestina, en consultorios, cuartos de hoteles, salas de belleza… que no cuentan con ninguna licencia del Ministerio de Salud.
En buena parte se trata de médicos generales, sin ninguna especialización, dice Pablo Dávalos, cirujano plástico y presidente del Tribunal de Honor del Colegio de Médicos de Pichincha. La audacia de estos “seudomédicos”, agrega Dávalos, radica en la falta de control de las autoridades de Salud. “El control es nulo o mínimo porque no existe un proceso efectivo para identificar sitios clandestinos”.
Las consecuencias están a la vista. A mediados de este mes el Ministerio de Salud clausuró una clínica en Guayaquil, donde falleció Rocío García, que había ido al quirófano en busca de un cambio extremo. Fue operada por Vicente Galarza, quien tiene varias denuncias de mala práctica médica, e incluso fue condenado en EE.UU. por desfigurar el rostro a siete mujeres, según denunció Ecuavisa.
Otro caso se conoció el año pasado en Quito, cuando fue cerrada la Clinica Pro Estetic, donde el 2009 murió Clara Elena Estrella, quien se practicaba una liposucción (ver recuadro).
En la mayoría de casos las autoridades actúan luego de que ocurre un desenlace fatal. Desde enero pasado este Diario ha pedido en varias ocasiones al Ministerio, a través de su personal de Relaciones Públicas, información sobre los controles, pero no ha obtenido respuestas.
No obstante, conoció por versiones de varios cirujanos que desde hace más de dos años el Ministerio de Salud trabaja en un proyecto para crear el licenciamiento para todos los centros que brindan estos servicios, tanto públicos como privados. Se exigirá el cumplimiento mínimo de requisitos en instrumental, en equipos y personal médico. La normativa debió estar vigente en diciembre pasado, dice Dávalos, pero regirá desde el 2012.
No obstante, Édison Aguilar, director del Instituto de Salud Pública de la Universidad Católica, cree que el problema no se solucionará con una normativa, porque en el país hay una cultura sistemática de violación legal. “No solo se requiere el licenciamiento, faltan inspectores para controlar, garantizar el derecho de los pacientes a obtener servicios seguros y de calidad. Tampoco hay tribunales ni comités especializados, que diriman problemas de mala práctica médica, que amparen a la gente y no secunden a los médicos”.
El cirujano plástico Byron Vaca apunta que detrás de este tema hay una corresponsabilidad de los médicos y los pacientes, que pagan por un servicio que en varios casos no está garantizado.
Según Dávalos, en casos en los cuales los pacientes acuden a médicos no certificados pesan dos factores. El primero tiene que ver con la idiosincrasia de la población, que “piensa que el facilismo y la verborrea pesan más que la técnica y la ciencia”. Y el segundo es por los costos más económicos.
En los sitios clandestinos, una liposucción puede costar desde 600 dólares, dice el cirujano Jamil Fadul, quien tiene especializaciones en operaciones estéticas con láser. “Hay un problema ético de fondo: los médicos que operan de manera clandestina solo esperan ganar dinero, ahorrando los costos de una clínica que cobra por el quirófano y el personal que asiste al cirujano, su ayudante y el anestesista”.
Por eso, recomienda que los pacientes verifiquen la titulación del médico, su afiliación a una sociedad o colegio médico, su registro como especialista en el Ministerio de Salud, así como la seguridad del centro donde se realizará la operación.
Además -agrega Dávalos- existen médicos generales que solo han realizado cursos de dos a seis semanas intensivos en el extranjero y ya realizan operaciones.
Algunos de los casos han sido conocidos por la Defensoría del Pueblo. Jaime Hernández dice que ha tramitado unas cinco quejas de personas inconformes con las cirugías, pero que la entidad solo tiene facultad para mediar en estos conflictos y buscar un arreglo conveniente para ambas partes. “Si hay un delito, remito el caso a la Fiscalía”.
Luego de operarse en Quito, Patricia volvió a EE.UU. pero los siguientes días tuvo complicaciones, pues las suturas debajo de los senos empezaron a desprenderse. Entonces regresó al Ecuador, donde el cirujano la volvió a intervenir y le colocó nuevos implantes. Las cicatrices aún visibles en sus pechos son el recuerdo de esa operación.
El fiscal Jhayya pidió el archivo
El 13 de octubre pasado se cumplió un año de la muerte de Clara Elena Estrella en la clínica Pro Estetic Center, ubicada en norte de Quito. Ella falleció mientras se sometía a una liposucción, estiramiento de cuello y de arrugas en la cara. Luego de su fallecimiento fue trasladada a la Clínica Internacional, adonde acudieron sus familiares, incluidos su esposo Gustavo Durango y sus tres hijas.
En vista de las sospechas de una mala práctica médica, el 16 de octubre del 2009 el médico legista Freddy Herrero Almagro practicó la autopsia y estableció que Estrella falleció luego de la liposucción y que la causa de la muerte fue una tromboembolia pulmonar. Entonces se inició una demanda penal contra los médicos que la operaron y la dueña de la clínica, que no contaba con permisos para operar, por lo cual fue cerrada seis meses más tarde por el Ministerio de Salud.
“El centro no contaba con una Unidad de Cuidados Intensivos para atenderla cuando ocurrió la complicación”, dice su hermano José, de 54 años, quien hoy impulsa el proceso penal que está en manos del fiscal de Pichincha, Marco Freile. Llegó a su despacho en consulta, luego de que el fiscal Vladimir Jhayya Flor pidiera al juez 14 de Garantías Penales, que tramitaba la causa, la desestimación del proceso. Solo espero que el fiscal Freile estudie este caso objetivamente, ceñido a las leyes, porque es evidente que hubo claras negligencias”.
Tome en cuenta
Antes de operarse. Busque la opinión de varios especialistas, que le ofrezcan diversas opciones, pero sobre todo que le
garanticen una atención en una clínica con todos los equipos, que esté autorizada y cuente con permisos oficiales.
Sobre el médico. Verifique que el cirujano sea titulado, que tenga una especialidad y carné de un colegio médico o sociedad médica. La Dirección de Salud registra a los especialistas.
Los exámenes. La seriedad del doctor va en concordancia con su prolijidad antes de cada intervención. Un profesional serio investiga con el paciente las causas por las cuales quiere operarse; primero evalúa su estado psicológico y emocional.