El cineasta argentino Damián Szifron habla sobre su vida

Darío Grandinetti, Erica Rivas, Oscar Martínez, Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia, Rita Cortese y Julieta Zylberberg protagonizan el tercer largometraje del creador de ''Los simuladores''. Foto: El Mercurio. GDA


El creador de la serie de TV Los simuladores, recibió ovaciones en Cannes por su filme Relatos salvajes: una comedia negra y provocadora que fue producida por Pedro Almodóvar y que el 21 de agosto llega a la cartelera. Este joven cineasta habla de su pasión por el cine, de la violencia salvaje y de cómo durante toda su vida la ficción y la realidad se mezclaron por culpa de su padre.
Damián Szifron está hiperventilado. Este joven director argentino, 38 años, creador de esa ingeniosa serie de TV llamada "Los simuladores" -para muchos la mejor serie de Argentina, que también tuvo su versión chilena- no para de hablar. No cabe en su felicidad.
Szifron está en el festival de cine de Cannes porque su tercera película, "Relatos salvajes", pelea por la Palma de Oro. Y él, que tiene experiencia y sabe de qué están hechos los productos que hace (una combinación entre espectáculo comercial y beneplácito de la crítica), no se esperaba competir en el certamen de cine más relevante del mundo.
-Y no puedo parar de hablar de mí y de la película porque no quiero que haya espacio para la mala crítica -dice en broma Damián Szifron frente a sus productores estrella, Pedro y Agustín Almodóvar, quienes han apostado por la delirante serie de historias que componen "Relatos salvajes": seis episodios distintos, sin una conexión -como pasa en cintas plurinarrativas como "Pulp fiction"- pero que sí comparten el denominador común de la violencia y el hastío frente al lado oscuro y bullying de 1) personas, 2) grupos o 3) empresas abusadoras e insensibles.
-Nos pareció que Damián Szifron es un artista a quien debíamos producir -dice a Wikén Pedro Almodóvar, el director cuya última película, "Los amantes pasajeros", que transcurre arriba de un avión, ha sido homenajeada por "Relatos salvajes".
La primera escena transcurre arriba de un avión y Darío Grandinetti es un pasajero que no sabe que tiene muchas cosas en común con una hermosa modelo (a cargo de la actriz María Marull, en la vida real esposa de este realizador y madre de sus dos hijas). Pero lo más importante: son odiados ambos (y más pasajeros) por la misma persona.
-Me parece que es una película que visita varios aspectos de lo más profundo de lo humano, de una forma muy directa y sin solemnidad... con los deseos -opina Szifron, cerebro de este cóctel de fuertes emociones que incluye la historia de una moza que se enfrenta con el político que destruyó a su familia; también el relato de un millonario que no teme romper las leyes para proteger a su hijo: un conductor que mató y se dio a la fuga; un ingeniero apodado Bombita y harto de los abusos de la grúa por estacionar mal su auto; la disputa en auto de un yuppie y un conductor proletario; y el incómodo festejo de un matrimonio.
-Hay un teórico del guión que redefine a los géneros, y hay un género que se llama "monster in the house", por ejemplo, "Tiburón", de Spielberg: el monstruo sería el tiburón y la casa, el mar -explica este director sobre lo que intentó hacer en su original propuesta. -Es un género muy popular que conecta mucho con lo cavernícola, recurre al aspecto más primitivo de nosotros.
Y según explica, la película trata de eso.
-Mirá, se trata de "estoy tranquilo, pero alguien viene a mi lugar y me quiere comer y yo me tengo que defender". Eso lo puede entender cualquier persona.
Para el director no fue fácil conectarse con su lado salvaje para abordar este filme negro y provocador. Aunque recuerda este episodio:
-Fue cerca de 2002. Una pelea en un bar porque un cocinero y un mozo nos querían echar del lugar cuando teníamos la cena y el vino recién servidos. Y bueno, se inició una discusión, agredieron a mi mujer y me vi involucrado en una pelea que terminó con sangre y la policía. Es más seguro ser cobarde, pero la represión psicológica te oprime también.
Y con esa frase se refiera a que a veces es bueno liberarse.
-Esa noche me fui noqueado, vendado. Pero cuando me fui a dormir, descansé, entendí el placer del momento en que no importan las consecuencias. Transité ese momento de placer que experimentan los personajes cuando pierden el control. Igual, no es que lo recomiende ¿viste?...
En la época en que tuvo esa pelea, Szifron se ocupaba de la elaboración de su serie de dos temporadas "Los simuladores": una pieza maestra de la TV latinoamericana. Una comedia-thriller acerca de un grupo de cuatro expertos profesionales (Federico D'Elía, Alejandro Fiore, Diego Peretti y Martín Seefeld), que montaba verdaderos operativos de inteligencia para resolverle distintos problemas a gente desvalida. Desde usureros, pasando por amantes incómodos hasta la impotencia del presidente.
La primera película de Szifron fue "En el fondo del mar", de 2001, con Dolores Fonzi como el objeto de obsesión de Daniel Handler, un estudiante paranoico. En 2005 realizó "Tiempo de valientes", comedia policial con su viejo conocido Diego Peretti. Y al año siguiente se embarcó en una nueva serie de TV: "Hermanos & amp; detectives".
-En toda tu obra, en especial en "Los simuladores" y en "Relatos salvajes", el humor negro juega un papel crucial. ¿Cómo trabajas la comedia?
-El humor para mí es un aspecto indiscernible de la vida y del resto de las emociones. Explicar el humor sería como explicar el amor, o la tristeza. El hombre tiene la capacidad de reírse y probablemente sea una reacción a la angustia, o una forma de superarla. No creo que seamos agresivos por naturaleza, pero cuando aparece algo que nos violenta y nos invade nuestro espacio, disfrutamos mucho de eliminar ese dolor. Yo creo que el humor de esta película no es algo así, tan consciente, pero me parece que tiene que ver con comprender el momento en que entiendes el placer del tipo que pierde los estribos. El placer de la novia que se abandona a su derrotero de catarsis, o del que pisa el acelerador y ve el placer de embestir al otro.
Damián Szifron sigue hiperventilado. Es gracioso, preciso y buen narrador de sus anécdotas y de su propia vida. También, de la vida de sus abuelos.
-Ellos escaparon en tren de los nazis -dice y enarbola una mini película delante de las grabadoras y cámaras que hace pensar en la habilidad innata de este argentino para entretener y narrar. Aunque él mismo matiza: "Tuve que pasar muchos obstáculos hasta llegar a este guión de 'Relatos salvajes', obstáculos relacionados con la imposibilidad de terminar un proyecto. Me dediqué a escribir mucho material después de lo último que hice. Y este mecanismo del cuento breve me dio mucha libertad, porque una noche escribí un cuento, y luego otro. Y de pronto me di cuenta que tenía una película.
Y algo similar le pasó a lo largo de su vida. Porque desde los tres años, Damián Szifron vivió una película. O más bien una vida donde la ficción y la realidad se mezclaban por culpa de su padre.
-Mi padre, Bernardo Szifron, era muy cinéfilo. Él era muy pobre de niño y para ver películas se hizo amigo del dueño de un cine, como en Cinema Paradiso, y él llevaba las latas para poder ver las funciones. Y cuando yo era niño íbamos al cine dos o tres veces a la semana, y si estaba enfermo, en cama, él me traía bolsas llenas de VHS. Luego, a mi papá le empezó a ir bien, compró cámaras súper 8. Nos filmaba y, por ejemplo, si yo aparecía montando a caballo, le ponía la música de "El bueno, el malo y el feo" a ese segmento. O filmaba a mi mamá en la playa y le ponía la música de "Lo que el viento se llevó" . Y yo veía la historia de amor de ellos. Así fue cómo la vida y el cine se empezaron a fundir de una manera inesperada.
Adicto a filmes clásicos como "Superman", de Richard Dooner y "La guerra de las galaxias", de George Lucas o "Heidi", Damián Szifron sabe que este germen por el cine es "culpa" casi exclusiva de su padre.
-"Django", de 1966, con Franco Nero, era la película favorita de mi papá. Y años después, fuimos a ver "Django sin cadenas", la última de Tarantino -dice Szifron. -Fue la última vez que fuimos juntos al cine.
Poco después de esa función, Bernardo Szifron falleció, dejándole a su hijo una vida de recuerdos y, por delante, una existencia de película como uno de los directores latinoamericanos más interesantes de este 2014.