El éxodo de un pueblo según Ridley Scott

La cinta se filmó en España e Inglaterra. Foto captura

La cinta se filmó en España e Inglaterra. Foto captura

Éxodo: dioses y reyes' se filmó en España e Inglaterra. Foto captura

Hace unos meses fue Darren Aronofsy con ‘Noé’ y ahora es Ridley Scott quien se aventura a incursionar en un proyecto a gran escala con un relato bíblico. ‘Éxodo: dioses y reyes’ presenta la historia del pueblo judío, el tormento de la esclavitud, su emancipación frente al yugo del imperio egipcio y su peregrinaje en busca de la tierra prometida.

Aunque el proyecto suma un director con probada experiencia para comandar grandes relatos épicos (‘1492’, ‘Gladiador’ ‘Robin Hood’), un elenco de grandes figuras (Christian Bale, Joel Edgerton, Ben Kingsley) y un holgado presupuesto (USD 140 millones) el resultado es una película más entretenida que profunda y magnificada por el uso de efectos especiales.

En la película de Scott, la historia del ‘Mesías’ adoptado y criado como un noble aristócrata que terminaría revelándose contra la opresión de su propio imperio se presenta dividida en dos partes. El director parte de la imagen de un altivo Moisés, comandante de los ejércitos egipcios y bravo soldado que salva de la muerte a su primo Ramsés, hijo del faraón. Pero lejos de la gratitud, la ambición y los celos alimentan un conflicto entre ambos parientes en aparente disputa por la simpatía del faraón. Un triángulo de intrigas, ensayado anteriormente en ‘Gladiador’, que va despertando cierto interés, pero que decae cuando las falencias del guión convierten el conflicto en un melodrama de argumentos reiterativos.

La narración da un giro cuando Moisés descubre que desciende del pueblo esclavizado por el imperio en el que creció, lo cual se convierte en una amenaza para Ramsés, quien lo castiga con el destierro. Hasta ahí, Scott no toma una gran distancia narrativa o creativa de otras producciones sobre la misma temática. En el exilio, Moisés, el héroe caído, adquiere consciencia de su verdadera identidad que lo lleva a reconciliarse con su pasado y su fe.

Entonces la película adquiere otro ritmo cuando en franca disputa Bale y Edgerton intentan explotar el antagonismo propio de sus personajes cubriendo las cuotas de una interpretación más exigente en emotividad y expresividad. Sin embargo, es Bale quien toma la delantera, frente al débil desarrollo de otros personajes.
El protagonista experimenta una transformación física e interna inducida por las visiones y mandatos de un Dios materializado en un niño, cuya inocencia contrasta con el deseo de vengar a su pueblo. La relación entre Moisés y Dios recurre entonces a una especie de estrategia que bambolea entre la racionalidad y el misticismo.

Una de las virtudes de Scott es que sabe encuadrar bien aquellos épicos mundos de fastuosos paisajes y multitudinarias proezas. Por eso, no duda en desplegar todo el aparataje tecnológico y cinematográfico para amplificar los proféticos sucesos que terminarían por subyugar al poderoso imperio egipcio.
Así, aunque el director actualiza una historia ya contada anteriormente en el cine, no alcanza a proponer una mirada innovadora.

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