Jorge Gómez Paredes es Ph.D. en Energía del Departamento de Ciencias Socio-Ambientales y Energía, de la Universidad de Kioto, Japón. Es profesor Asistente Adjunto de la División de la Tierra y el Océano de la Escuela Nicholas del Medio Ambiente, Universidad de Duke, EEUU; y Docente de la Escuela de Ciencias de la Tierra, Energía y Ambiente de la Universidad Yachay Tech, Ecuador. Foto: Cortesía
¿Cuáles son las principales lecciones y retos que nos deja la pandemia causada por el virus SARS-CoV-2 (covid-19)?
La pandemia nos deja profundas reflexiones. Entre ellas, ha puesto en evidencia el riesgo y fragilidad de nuestras sociedades y economías altamente interconectadas e interdependientes. Claramente, ningún país es “inmune” a situaciones que se generan en otra parte del mundo, por lejana que aquella parezca. La conectividad social permitió la rápida difusión del virus, y la conectividad económica ha hecho que, irónicamente quizás, las medidas de distanciamiento social tomadas para prevenir la propagación de la crisis sanitaria generen una propagación de crisis económicas alrededor del mundo, resultando en grandes pérdidas en ingresos y empleos. La OIT estima que aproximadamente el 81% de la fuerza laboral mundial se encuentra afectada y que la crisis actual es la más grave desde la Segunda Guerra Mundial, generando una creciente destrucción de empleo. Así, uno de los grandes retos que nos deja la pandemia es crear empleo de calidad. Esto significa no sólo enfocarnos en la cantidad de empleo, sino también la calidad de empleo (salarios y protección social), con una especial consideración a los grupos más vulnerables (como trabajadores menos calificados). Otro gran reto es buscar la manera de seguir avanzando hacia transcendentales acuerdos internacionales como el Acuerdo de París para luchar contra el cambio climático y la Agenda 2030 para encaminarnos hacia el Desarrollo Sostenible.
En varias ciudades se ha registrado una drástica reducción en sus niveles de contaminación del aire. ¿Qué reflexiones deja esto y en qué manera pueden ayudar las energías renovables a mantener esta particularidad?
Efectivamente, las emisiones de contaminantes atmosféricos relacionados con combustibles fósiles se han reducido notablemente; esto sin duda se debe al desplome de la actividad industrial y la reducción del transporte (en su mayoría aéreo y terrestre). Entre los contaminantes cuyas emisiones han decrecido están el material particulado (PM2.5) y el dióxido de carbono (CO2). Tan solo estas reducciones tienen el potencial de generar significativos efectos positivos, tanto sociales como ambientales. La reducción de PM2.5 podría salvar miles de vidas, pues este contaminante genera afecciones respiratorias asociadas con mortalidad. Por su parte, la reducción de CO2, el cual es un gas de efecto invernadero, es fundamental para evitar un mayor cambio climático, el cual amenaza con traernos una crisis global más severa y prolongada que la pandemia. Estos son dos de los beneficios que también se asocian con una transición energética de combustibles fósiles (que dominan el mercado energético actual) hacia fuentes de energía más “limpias” como las renovables.
Cabe señalar que la reducción de CO2, debido a la cuarentena generalizada se estima como la mayor en la historia, superando a la causada por la crisis financiera del 2008 y la Segunda Guerra Mundial, combinadas. Este es justamente el tipo de tendencia que necesitamos establecer para encaminarnos hacia el objetivo del Acuerdo de París de evitar un calentamiento global peligroso para la humanidad (manteniendo el aumento de la temperatura global por debajo de los 2 grados centígrados, idealmente limitándolo a 1,5 grados, con respecto a niveles preindustriales).
La reducción de CO2 causada por la pandemia es insostenible desde la perspectiva socioeconómica actual.
Pues si no reactivamos la economía, nos encaminamos hacia una crisis laboral que seguramente acarreará mayor pobreza. Por el contrario, si reactivamos la economía (cuyo crecimiento está fuertemente ligado al uso de combustibles fósiles y consecuentes emisiones de gases de efecto invernadero), recuperaremos empleo e ingresos, pero a expensas de la calidad del aire y la oportunidad de evitar una más peligrosa crisis (climática) en el futuro próximo. Esta es otra reflexión que nos deja la pandemia: la evidencia del carácter insostenible de nuestro sistema socioeconómico y la urgente necesidad de desacoplar la economía del uso de combustibles fósiles, un logro que depende de nuestra capacidad de descarbonizar nuestros sistemas energéticos a través de (entre otras cosas) la implementación masiva de energías renovables “limpias”.
¿Qué oportunidades genera entonces la crisis causada por la covid-19 en términos de dicha transformación energética?
La palabra “oportunidad” es adecuada, sin quitar el carácter trágico de esta crisis sanitaria. Como ilustración, se puede decir que cuando una vivienda es penosamente destruida por una calamidad, existe la oportunidad de reconstruirla y hacerla más resistente para el futuro. Aquello claramente implica invertir recursos y creatividad en su reconstrucción. Asimismo, la penosa destrucción de vidas y economías causada por la pandemia nos trae la oportunidad de direccionar esfuerzos hacia una transformación que nos haga más sostenibles y resilientes. En este sentido se ha expresado el Secretario General de la ONU al decir que “la recuperación de la crisis por la covid-19 debe conducir a una economía diferente” y el director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía ha propuesto “poner a la energía limpia en el centro de los planes de estímulo para contrarrestar la crisis del coronavirus”. Y es que el sector energético puede ser gran parte de la respuesta a los retos antes mencionados, ayudándonos por un lado a descarbonizar la economía y por otro a generar numerosas fuentes de empleo asociadas con la implementación de infraestructura y tecnologías necesarias. Lo segundo debería ser, quizás, el principal incentivo para el Ecuador, pues si bien su contribución a las emisiones anuales de efecto invernadero a nivel mundial es menor al 1%, un mayor énfasis en la implementación de energías renovables podría ser parte de la respuesta a la necesidad de empleo de calidad, migrando inclusive empleo del sector petrolero, el cual claramente es inestable en un mundo donde el precio del petróleo está sujeto al vaivén de circunstancias económicas y geopolíticas internacionales. Finalmente, es importante señalar que si bien el país se ha enfocado en el aprovechamiento de su gran potencial hidráulico, su ubicación geográfica y su geología le otorgan un importante potencial energético de otras fuentes (e.g., solar y geotérmica). Un cambio en este sentido requerirá por supuesto de significativos recursos económicos y grandes esfuerzos, tanto ingenieriles como políticos. Pero esa no debe ser razón para descartarlo, pues enormes recursos y esfuerzos también serán necesarios para tratar mantener la economía actual a flote, tanto hoy como en el mundo post-pandemia, a los que se deberán sumar además las pérdidas económicas y sociales asociadas a la crisis ambiental.
El informe de IRENA 2020 discute varios escenarios de transiciones energéticas. ¿Qué mensajes considera más relevantes, en especial para América Latina?
El reciente reporte de IRENA presenta resultados de varios escenarios, entre ellos uno de “transformación energética” basado mayoritariamente en la implementación progresiva de energías renovables y medidas de eficiencia energética, el cual logra cumplir el objetivo de no sobrepasar los 2 grados centígrados de aumento en la temperatura global; y otro de “descarbonización profunda” que considera medidas adicionales, más ambiciosas y problemáticas como la captura y almacenamiento de carbono y la remoción de carbono atmosférico, para lograr reducir las emisiones de CO2 a cero entre el 2050 y 2060, y mantener el aumento de temperatura global en 1,5 grados. Estos escenarios reflejan el enorme pero decisivo reto que debemos asumir para evitar la crisis climática, el cual sólo se acentúa con el pasar del tiempo. Para lograr la transformación energética, el reporte calcula necesario un decrecimiento anual de emisiones de CO2 del 3.8% hasta el 2050, posible con una inversión mundial total de alrededor 110 trillones de dólares, equivalente al 2% del PIB mundial anual hasta el 2050. Mientras que la descarbonización profunda requeriría un mayor decrecimiento y otros 20 trillones de dólares.
Por otra parte, el reporte refleja que cada región debe enfocarse en desarrollar la mezcla de fuentes energéticas renovables que más se ajuste a su realidad, y describe un gran potencial en América Latina. Aquí, el mensaje que considero más relevante se relaciona con el empleo. IRENA calcula que el empleo que generaría en América Latina la implementación de energía renovable, para lograr el escenario de transformación energética, sería superior en un 72% a la cantidad de empleo asociado con desarrollar fuentes convencionales de energía en el mismo período, siendo así la región con el segundo mayor porcentaje de empleo generado en el mundo, superada sólo por el Sudeste Asiático (con 83%). Además, la mayor parte de dicho empleo sería para técnicos y trabajadores menos calificados, lo cual contribuiría a lograr una transición energética justa e inclusiva.
El reporte menciona cinco pilares para la transformación energética y al “hidrógeno verde” como parte fundamental de futuros sistemas energéticos. ¿Qué es este compuesto y cuál es su relevancia para el Ecuador?
Los pilares descritos son: electrificación, flexibilidad de sistemas energéticos, implementación de energías renovables, innovación en sectores económicos de alta demanda energética, y el “hidrógeno verde”.
El hidrógeno es un gas que al combustionarse (oxidarse) genera como resultado agua (H2O). De allí el deseo de utilizarlo como reemplazo de combustibles fósiles que generan CO2. Sin embargo, su producción requiere de energía. Al hidrógeno producido con energía proveniente de combustibles fósiles se le denomina “hidrógeno gris”, pues su producción emite CO2. Si dicho CO2 es capturado y almacenado, para que no llegue a la atmósfera, se le denomina “hidrógeno azul”. Y si el hidrógeno se produce a través de electrólisis generada con energía renovable, se le llama “hidrógeno verde”, pues en principio su producción no emite CO2. Esta alternativa es considera como una solución para sectores económicos que no pueden electrificarse fácilmente. Si bien es interesante, va de la mano con el desarrollo de fuentes de energía renovable, lo cual considero que debe ser el enfoque del país.
¿Qué debería tomar en cuenta el Ecuador y el mundo al considerar la transición energética?
Es importante hacer algunas puntualizaciones: 1) Los escenarios de ejercicios de modelación (como los de IRENA) no son predictivos, sino referenciales, es decir, no sirven para predecir el futuro, sino solo para ayudarnos a entender las posibles implicaciones de distintos caminos. 2) Las energías renovables no están exentas de impactos ambientales y sociales, por lo que en la transición energética se deberán tomar las medidas necesarias para identificar dichos impactos a priori, y evitarlos o minimizarlos según sea posible. 3) Lograr la transición energética requerirá de cambios tanto en el suministro de energía (las fuentes que usamos y su flujo hacia el consumidor) como en la demanda de energía (la cantidad que requerimos y consumimos). 4) Un mundo con una economía descarbonizada no será un mundo sin petróleo, pues éste es esencial para un sinnúmero de productos, incluidos equipos e insumos médicos, productos electrónicos y agrícolas. Si valoráramos al petróleo como el valioso y probablemente irremplazable recurso que es, no lo quemaríamos para generar energía cuando ésta la podemos obtener de innumerables fuentes alternativas.
Con todo esto en mente, ojalá transformemos algunas de las reflexiones que nos deja la pandemia en decisiones que contribuyan a un futuro más próspero para la humanidad.