No es ciencia ficción. En el espacio, con gravedad cero, se buscan alternativas de medicamentos más eficaces contra el cáncer y otras enfermedades.
El gran laboratorio para estos experimentos es la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés), ubicada a una altitud de 400 kilómetros de la órbita de la Tierra.
Ese entorno de microgravedad abre la última frontera en la búsqueda de nuevas moléculas para el desarrollo de fármacos y vías más efectivas de administración a los pacientes.
Paul Reichert, científico Principal Asociado del Departamento de Química Estructural del laboratorio MSD, en Estados Unidos, ha colaborado con estudios de este tipo desde más de tres décadas.
Reichert ha liderado los estudios de cristalización de proteínas bajo condiciones de microgravedad. La cristalización es la técnica empleada para separación y purificación de compuestos farmacéuticos.
Se emplea en el 90% de los medicamentos que están en el mercado y ahora, con la experimentación en el espacio, se analiza qué ocurre con los productos biológicos al aplicar esta técnica en esas circunstancias.
Los cristales tienen masa y tienden a sedimentarse. Pero se vuelven más uniformes, pequeños, puros y más fáciles de aplicar por efecto de la microgravedad, un estado producto de la aceleración de un viaje a más de 70 000 millas por hora, pero sin el poder de atracción de la Tierra.
En el espacio también estudian otras variables, como la temperatura y el hecho de que se mueven con mayor lentitud.
Estos experimentos apuntan a la terapia ‘target’ o de acción dirigida en oncología. Un tratamiento con infusión intravenosa puede tardar hasta cinco horas en una sala de hospitalización, bajo supervisión médica. Una inyección subcutánea no toma más de cinco minutos y se puede administrar, fácilmente, en un consultorio.
Avances en la Tierra
El 60% de la mortalidad en el mundo es causada por males cardiovasculares y el cáncer, aunque en los últimos 10 años esta patología está elevando las cifras de muertes. En la acelerada búsqueda de nuevos tratamientos, a escala global se desarrollan unos 146 000 estudios de fármacos (11 700 en Latinoamérica).
La investigación no es sencilla. Puede tomar de cinco a 10 años, desde que se identifica una molécula hasta que se comprueba su eficacia y seguridad en el paciente. La inversión puede superar los USD 2,6 mil millones.
“En la etapa inicial se buscan miles de moléculas, de las cuales 10 pueden llegar a fase clínica, es decir, a ser probadas en seres humanos. De esas 10, solo una llega a ser aprobada al final de la investigación”, explica Francesca Carvajal, vicepresidenta asociada de Operaciones de Estudios Clínicos para América Latina de MSD.
La farmacéutica tiene 184 estudios de investigación clínica activos en Latinoamérica. Más del 70% se enfoca en oncología, por la alta incidencia de la enfermedad en la región. Solo Ecuador reporta más de 460 000 atenciones por cáncer desde 2018, según datos del Ministerio de Salud.
La industria en el mundo apunta ahora con mayor interés a nuevos tratamientos que se puedan aplicar en etapas tempranas de la enfermedad. También, se investigan nuevas combinaciones para reducir los tiempos de administración y los costos de cuidado.
Algunos de los mecanismos en marcha son los inmunomoduladores, que cumplen la función de bloquear la acción de las moléculas que impiden al sistema inmune tener una respuesta antitumoral más eficaz. Además, diseñan moléculas para estimular el sistema inmune y así mejorar la actividad de las células antitumorales.
Los elementos se bloquean para evitar que se mezclen durante el lanzamiento. Solo cuando llega al espacio, un astronauta activa el mecanismo para la combinación de los componentes. Los ensayos se realizan a la par en la Tierra, para cruzar resultados. El ensayo más reciente se lanzó a bordo del SpaceX-CRS-24, en diciembre de 2021.
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