La investigación, según la Universidad de Barcelona, demuestra la importancia de conocer cuándo y cómo se originaron algunas de las relaciones ecológicas. Foto Referencial: Pixabay
El escarabajo Darwinylus marcosi representa la primera evidencia científica de una nueva manera de polinizar en insectos del Cretácico medio, según una investigación que publica la revista Current Biology.
El Cretácico es el periodo geológico que se extiende de hace unos 145 millones de años hasta hace 65 millones de años, caracterizado por la división de Pangea -el gran continente- en diferentes zonas y por el máximo esplendor que alcanzaron los dinosaurios.
Durante esta época se produjo la transición de la polinización de plantas sin flor -gimnospermas- a las plantas con flor -angiospermas-, que gracias a su capacidad de adaptarse a todo tipo de ambientes, caracterizan los paisajes terrestres de la actualidad.
El escarabajo descubierto en Peñacerrada (Álava, norte de España) es un ejemplar único, ya que abre una ventana a la investigación de la polinización en el Cretácico, puesto que el Darwinylus marcosi seguía polinizando plantas gimnospermas.
“Inicialmente se pensó que este grupo de escarabajos ejercía una función polinizadora entre las primeras angiospermas que se desarrollaron durante el Cretáceo, puesto que en los mismos niveles del ámbar hay polen y hojas de angiospermas”, afirmó el profesor de la Facultad de Ciencias de la Tierra y del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de Barcelona Xavier Delcls.
“Sin embargo, el hecho de que los grandes de polen asociados fueran de una gimnosperma fue una gran sorpresa para todo el equipo investigador”, destacó Delcls.
“Estos descubrimientos parecen corroborar que las plantas con flores pudieron disponer de los insectos polinizadores de gimnospermas ya existentes, y que esto, junto con un crecimiento más rápido y un ciclo de vida más corto, confirió a las angiospermas una ventaja crucial hasta nuestros días”, señaló el investigador de la Universidad Jaume I de Valencia (este), David Peris.
La investigación, según la Universidad de Barcelona, demuestra la importancia del ámbar en España para “comprender los ecosistemas terrestres del pasado y para conocer cuándo y cómo se originaron algunas de las relaciones ecológicas más relevantes de nuestros días”.