Se cumplen 30 años del accidente del transbordador Challenger

El colapso del transbordador Challenger fue una de las tragedias más grandes de la historia espacial de Estados Unidos. Foto: Wikicommons

El colapso del transbordador Challenger fue una de las tragedias más grandes de la historia espacial de Estados Unidos. Foto: Wikicommons

El colapso del transbordador Challenger fue una de las tragedias más grandes de la historia espacial de Estados Unidos. Foto: Wikicommons

El 28 de enero de 1986 debía ser un día festivo. Millones de personas en todo el mundo seguían en directo por televisión el vigésimo quinto lanzamiento de un transbordador espacial.

Era un frío martes de cielo azul en Florida y en la tribuna de espectadores de Cabo Cañaveral estaban los padres de la maestra Christa McAuliffe, la primera persona que podía viajar al espacio sin ser astronauta.

"Vamos a toda potencia", informó el comandante Francis Scobee desde el Challenger, que iniciaba su décima misión espacial. Segundos después, todo cambió. En el lugar en el que todavía se veía al Challenger se formaron grandes nubes de humo blanco.

"Parece como si algunos de los motores hubiesen volado por los aires por una explosión", afirmaba el comentarista de la CNN Tom Mintier, visiblemente conmocionado. Los espectadores lo tuvieron claro de inmediato: ninguna de las siete personas que iban a bordo podría sobrevivir a la peor catástrofe registrada hasta entonces en la historia espacial estadounidense.

Fue la primera vez que murieron astronautas estadounidenses en una misión. En el accidente del Apolo, en 1967, perdieron la vida tres astronautas, pero se trataba de una prueba de lanzamiento en tierra.

La NASA documentó lo ocurrido al detalle: 58,788 segundos después del lanzamiento surgió una minúscula llama en uno de los cohetes de propulsor sólido. Apenas cinco segundos después el fuego se extendía por el suelo del depósito, y un infierno de llamas envolvió la nave espacial.

A los 74,587 segundos el Challenger estalló en miles de pedazos a 16 kilómetros de altura. Se tardó meses en encontrar los restos calcinados de los astronautas en el Atlántico. Pronto estuvieron claros los motivos del accidente: las bajas temperaturas que se registraron la noche antes del lanzamiento volvieron porosas las juntas de uno de los cohetes propulsores.

Durante el despegue se produjo un escape de gases calientes y la reacción en cadena fue inevitable. La NASA era consciente desde hacía tiempo de que había problemas con las juntas y de las consecuencias que podrían suponer.

Sin embargo, sólo se actuó en consecuencia después de la tragedia. Todos los transbordadores permanecieron en tierra durante dos años y medio y fueron reformados. También se reorganizaron las estructuras de comunicación de la NASA y se congelaron los planes de llevar a civiles al espacio hasta 2007.

Aquel año pudo subirse al Endeavour la maestra Barbara Morgan, que figuraba como sustituta de Christa McAuliffe en el programa espacial. El programa de transbordadores no llegó a recuperarse nunca de aquella catástrofe.

Si bien fue reactivado, 17 años después del accidente del Challenger se produjo la tragedia del Columbia, que se desintegró con siete astronautas a bordo cuando entró en contacto con la atmósfera terrestre durante el viaje de regreso.

El programa tuvo que suspenderse de nuevo durante varios años y ya no fue posible salvarlo: en 2011 el Atlantis cumplió la última misión de un transbordador. En la actualidad la NASA se sirve de empresas como SpaceX para el transporte de material a la Estación Espacial Internacional (EEI), mientras que para las misiones tripuladas depende de los transbordadores rusos, algo que quiere cambiar cuanto antes.

Siete héroes murieron, dijo el día del accidente el entonces presidente estadounidense, Ronald Reagan. Pagaron con su vida el espíritu pionero de la humanidad, pero las misiones espaciales continuarán con éxito, añadió. "El futuro pertenece a los valientes".

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