Los libros ‘olvidados’ por culpa de Macondo

El cincuentenario de ‘Cien años de soledad’ ha hecho que otros textos literarios publicados en 1967 no sean tan celebrados. Aquí recordamos algunos.

Parece que hace 50 años lo único que se publicó en el mundo fue ‘Cien años de soledad’, la obra más reconocida del colombiano Gabriel García Márquez. Es tan larga su sombra y tan contundente su título, que otros libros que también celebran su quincuagésimo aniversario apenas son mencionados en las reseñas conmemorativas de este año, aunque algunos han sido de gran impacto en la cultura popular.
La calidad de ‘Cien años de soledad’ es innegable, así como su impacto en las siguientes generaciones de escritores de América Latina, influenciados por el realismo mágico.
Para su celebración, se están realizando foros en todo el mundo y se ha lanzado una edición especial, con ilustraciones de la chilena Luisa Rivera, cuyo estilo de dibujo calza perfectamente con esta historia de la familia Buendía y la localidad de Macondo, que ‘Gabo’ inmortalizó con su genio.
Hubo otros libros que aparecieron en 1967 y que no son tan celebrados 50 años después. Uno es ‘Los cachorros’, del peruano Mario Vargas Llosa. Es verdad que no está a la altura de las obras cumbre como ‘La ciudad y los perros’ o ‘La fiesta del Chivo’, pero esta novela corta muestra el desarrollo de un escritor decidido a experimentar con los diálogos y las onomatopeyas (“¡guau, guau!”) para interferir en los pensamientos del lector.
Otro gigante de la literatura latinoamericana que publicó en 1967 fue el argentino Julio Cortázar. ‘La vuelta al día en 80 mundos’ es un intento, en dos tomos, de mostrar visiones distintas a las conocidas, y empieza justamente dando vuelta a uno de los títulos clásicos de Julio Verne. Este libro fue pensado como un collage que une prosas dispersas con imágenes y dibujos. Apareció luego del éxito de ‘Rayuela’, la experimental novela que consagró a Cortázar para siempre.
1967 también es el año de algunos libros que sirvieron para que el cine los inmortalizara, o mejor dicho, los enterrara. Por que nadie recuerda, por ejemplo, que ‘El bebé de Rosemary’ fue una novela escrita por el neoyorquino Ira Levin, uno de los maestros del suspenso. Este relato del Anticristo en los tiempos contemporáneos fue tan estremecedor, que al año siguiente Roman Polanski ya lo había transformado en un clásico del cine de terror, con Mia Farrow en el papel de una joven preguntándose por qué el diablo la escogió a ella.
‘Emanuelle’ fue lo mismo, aunque en el ámbito del llamado porno suave. La novela erótica la firmaba una tal Emmanuelle Arsan. En realidad, la autora fue la tailandesa Marayat Bibidh, quien era esposa del diplomático francés Louis-Jacques Rollet-Andriane, al que se considera el coautor de ‘Emanuelle’ y de las novelas que siguieron, siempre sobre las exploraciones sexuales de una joven francesa.
El éxito en las perchas se trasladó al cine, que prácticamente borró a ‘Emanuelle’ de las librerías para quedarse en el rubro del cine erótico.
García Márquez no fue el único periodista que triunfaba en la literatura. El estadounidense Daniel P. Mannix, un amante de los animales, publicó en 1967 el libro ‘El zorro y el sabueso’, que Disney se encargó de destrozar en su versión fílmica de 1981. Mannix ya era conocido por sus reportajes y su obra ‘Those about to die’, que salió en 1958 y que inspiró el guion de ‘Gladiator’, ese filme en que Russell Crowe toma espada y escudo.
El checo Milan Kundera publicó en 1967 su primera novela, ‘La broma’, donde ya muestra sus críticas al socialismo, matizadas con un humor negro vertido con tal maestría que
los miembros del Partido no sabían si Kundera se mofaba de ellos o si estaban ante una historia de amor. Es más, al año siguiente recibió un premio en Checoslovaquia.
‘La broma’ es considerada una de las novelas más importantes del siglo XX y quizás es la única de esta lista que rivaliza con ‘Cien años de soledad’ en influencia entre los escritores ansiosos de innovación y maestría en el relato.
O quizás no. En ese año también se editó ‘Pabellón del Cáncer’, del ruso Aleksandr Solzhenitsyn. El relato, centrado en un pabellón de enfermos con cáncer y con tintes autobiográficos, se desarrolla en Uzbekistán y los personajes simbolizan la realidad de la Unión Soviética, al estilo de Dostoievski. Una señora simboliza el descuido del Régimen. Otra persona, la corrupción de la burocracia. Otra, el exilio interior, tema central del libro. La enfermedad es comparada con el Estado mismo.
Esta narración le permitió a Solzhenitsyn obtener el Nobel en 1970 y, por supuesto, sufrir la censura en la Unión Soviética: no tuvo permiso para ir a recogerlo. Es curioso, además, que Solzhenitsyn mereció el Nobel antes de escribir su obra más famosa, ‘Archipiélago Gulag’, su monumental denuncia de la represión estalinista.
Otros textos de cinco décadas merecen destacarse. Por ejemplo, está el último cuento de J.R.R. Tolkien, ‘Smith of Wootton Major’, de tono melancólico y resignado.
También, está ‘El gato’, uno de los magnéticos relatos del prolífico belga Georges Simenon, autor de novelas policiacas protagonizadas por el detective Jules Maigret.
Bueno, un autor que escribió 200 libros entre 1931 y 1972 tenía, por probabilidades, que sacar algo en 1967. ‘El gato’ fue una obra bien recibida por los críticos, que alabaron su mezcla de humor negro y comedia, típica de Simenon.
En Ecuador, dos publicaciones de 1967 sobresalen. Una es ‘El espejo y la ventana’, de Adalberto Ortiz, con una denuncia social de trasfondo. Y otra es ‘Los prisioneros de la noche’, de Rafael Díaz Icaza, autor que aquí se desmarca del realismo social, común en el país, para jugar con la forma.
1967 dio para leer más allá de las fronteras de Macondo.