Charapotó reforesta sus montañas

En vacaciones los niños de la zona reforestan el cerro. Foto: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO

En vacaciones los niños de la zona reforestan el cerro. Foto: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO

En vacaciones los niños de la zona reforestan el cerro. Fotos: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO

La reforestación ha sido la clave para que la comunidad recupere el bosque Cerro Centinela de Charapotó.

Este remanente está ubicado en la parroquia rural Charapotó, del cantón manabita Sucre. A las faldas de esa montaña, se asentó una comunidad montuvia, que preserva la vegetación del bosque.

Gloria Barreto es una de las más fervientes cuidadoras del cerro Centinela desde hace más de 50 años.

De hecho, su casa de madera fue instalada a la orilla de la montaña. Su familia construyó un pequeño sendero para subir desde su casa hasta la punta del cerro, donde se colocaron unas letras que forman la palabra Charapotó.

También hay una cruz, que simboliza las batallas que los moradores originales enfrentaron cuando el sector fue colonizado los conquistadores españoles.

Gloria Barreto conoce a la perfección la flora y fauna que se encuentra en el cerro Centinela.

La caminata dura unos 45 minutos si se ingresa por la casa de Barreto, en el barrio San Esteban. Unas 50 familias de ese sector ayudan a Barreto en las tareas de reforestación.

La manabita recuerda que en 1982, la montaña empezó a derrumbarse tras las fuertes lluvias por la temporada invernal.

Unas 20 casas del sector resultaron afectadas por esos deslizamientos de lodo y tierra. “Llegaron expertos en medioambiente y nos dijeron que la deforestación estaba provocando los deslaves”.

Desde entonces, la comunidad acordó que por cada árbol que se cortara, las familias de Charapotó deberían al menos sembrar cinco plantas más.

A esa iniciativa se han unido los colegios de la zona. La Prefectura de Manabí ha donado más de 70 000 plantas, que se han sembrado en el cerro.

Miguel Gilces, secretario de la Junta Parroquial de Charapotó, señaló que se han logrado reforestar 20 de las 60 hectáreas, que componen el bosque ubicado en esa montaña.

En la cima la vegetación cambia, es más verde y se encuentran árboles maderables, nidos de avispas y aves garrapateras.

Sin embargo, para los moradores se debe seguir trabajando en la reforestación porque desde el terremoto se han registrado nuevos derrumbes.

El catedrático Gilberto Romero señaló que el problema se originó por la progresiva erosión en la montaña y en las cuencas de los ríos. “La debilidad de la tierra se atribuye a la intensa deforestación que han sufrido. Pues son los árboles y más capas vegetales los que evitan que las gotas de agua desprendan la tierra”.

De hecho, en la parte posterior de ese cerro se detectó una falla geológica, que ocasionó un socavón. “Se está estudiando la falla y se continúa con los proyectos de reforestación para preservar especies de fauna y flora”, dijo Gilces.

En la montaña, de unos 360 m.s.m, se puede apreciar que la flora dominante es la de palo santo, cactus, algarrobos, laurel, pechiche, arbustos secos, y moyuyo.

Mientras que al llegar a la cima la vegetación cambia, es más verde y se encuentran árboles maderables, nidos de avispas y aves garrapateras.

También se encuentran animales como la guanta y el armadillo. “Antes las cazaban. Por eso ahora solo se ven guantas arriba de la montaña”.

El morador Gonzalo Zambrano señaló que el cerro es un tesoro para la comunidad por dos razones. La primera porque logró unir a los vecinos para proteger el bosque. “El cerro lucía con muy poca vegetación. Solo se veían sembradíos, pero ya no parecía un bosque”.

La segunda razón es que en la parte posterior de la montaña, cerca de Japotó, aún hay vestigios de las culturas prehispánicas que se asentaron en la zona.

Él recuerda que su abuelo, mientras practicaba la agricultura, siempre encontraba figuras antropomorfas, vasijas y grandes ollas. “Nunca las desenterramos porque son reliquias de nuestros ancestros”.

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