Los infantes chachis en San Lorenzo participan en las actividades tradicionales en este centro ceremonial (foto). Foto: EL COMERCIO
Los 500 habitantes de la comunidad Chachi de La Ceiba tienen el propósito de cuidar el bosque y conservar sus tradiciones, como la música ancestral entonada con marimba.
Esta población de la nacionalidad Chachi, conformada por 150 familias, es la única que existe en el cantón San Lorenzo, en el norte de la provincia de Esmeraldas.
En el vecino cantón Eloy Alfaro, en cambio, está el 80% de integrantes de esta etnia. También cuentan con asentamientos en Muisne y Quinindé.
El poblado indígena está ubicado a 33 kilómetros de la ciudad, en la vía San Lorenzo-Ibarra, y a 80 kilómetros de Esmeradas, siguiendo la ruta del Spondylus.
Desde hace 10 años, los indígenas son parte del programa Socio Bosque, que impulsa el Ministerio del Ambiente y tienen bajo su cuidado 606.5 hectáreas de su zona, por las que reciben un incentivo anual de USD 13 684,50.
El dinero es utilizado en la ejecución de proyectos productivos como la cría de cerdos y pollos; las inversiones son aprobadas mediante asambleas comunitarias.
Leonardo de La Cruz, presidente de la comunidad, explica que históricamente se han dedicado a conservar el bosque que es el hábitat de especies como el venado, tatabra, guanta y zaino.
Como parte de la conservación de las especies, la caza de estos animales se redujo en un 80%. “Hemos priorizado la pesca y la siembra de yuca para su alimentación”, según Luis Tapuyo, habitante de la comunidad.
En La Ceiba, los jóvenes se encargan de cosechar la producción en los 105 árboles frutales de distintas especies y mantienen la tradición de tomar guarapo y chicha de maíz.
Las mujeres mantienen la costumbre de tejer sus canastos y reposteros con fibras naturales, que cosechan en la parte boscosa de la comunidad amenazada por la minería.
Una de las mayores preocupaciones de los chachis es la contaminación del río Tululbí, a causa de la explotación minera irregular, que pese a las restricciones legales continúa en la zona norte.
Desde el 2011, en las poblaciones de Eloy Alfaro y San Lorenzo, rige la prohibición de hacer minería sin estar regularizadas, pero los indígenas dicen que muchas mineras lo hacen al margen de la ley.
“La contaminación del agua del río produce erupciones en la piel de niños y adultos, y no siempre se cuenta con dinero para llevarlos al centro de salud de San Lorenzo”, señala Adelina Largo, habitante de la comunidad.
Esta situación (la contaminación del río) ha limitado la producción pesquera en el río Tululbí y el consumo de agua del río, que históricamente ha servido para todas las actividades. Ahora muchos deben recurrir a pozos para obtener agua o comprar bidones.
Una de las actividades de la comunidad es la agricultura. Ahí la comunidad dejó de producir borojó en cantidades mayores, un producto considerado afrodisiaco y que se cultivaba en las fincas del norte de Esmeraldas.
Esta actividad se suspendió, luego de que no obtuvieron el permiso sanitario para vender las mermeladas de borojó. Hace cinco años, con un crédito estatal, los indígenas emprendieron un proyecto para fabricar el producto.
El exdirector cantonal de Turismo de San Lorenzo, David Cortez, explica que ese proyecto pretendía mejorar la economía de los habitantes chachis, pero quedó ahí. Ahora hay una propuesta para retomarlo con asesoramiento.
Las 40 casas del poblado conservan la construcción tradicional como el uso de la madera, caña guadúa y hojas de rampira, aunque se han construido canchas de usos múltiples y aulas de cemento.
En el centro ceremonial construido con madera, la marimba permanece colgada de una viga y los bombos construidos con piel de animal están a un costado, listos para ser entonados.