Los integrantes de la comunidad Chachi aprovechan las ferias interculturales de Esmeraldas para vender sus obras. Foto: Marcel Bonilla/ EL COMERCIO.
Debajo de las casas construidas con madera, caña guadúa y techo de rampira, las mujeres chachi elaboran sus artesanías para venderlas en los centros poblados de sus comunidades o en la ciudad. Tejen canastos, esteras, abanicos, floreros, adornos de mesa con dibujos de animales que están en su hábitat.
La elaboración de estas artesanías es parte de la tradición del pueblo, asentado mayormente en la zona norte de Esmeraldas. Son variedades de collares de colores, aretes y pulseras confeccionados con las hábiles manos de mujeres que usan semillas de plantas y piedras del río para elaborar objetos de uso personal o para venderlos a los turistas.
Una de las comunidades en las que las mujeres elaboran canastos y jarrones de piquigua (material del medio) es Medianía, una población chachi del cantón Rioverde, que vive del turismo ecológico. Ahí las mujeres confeccionan desde túnicas hasta floreros, que son vendidos a quienes visitan la comunidad para conocer las cascadas y la vegetación.
Thilman Wagner, un turista alemán, gusta de las artesanías chachi. “Son obras que llevan ese toque de ancestralidad, con finos acabados, por eso las llevo cada vez que visito esta zona rica en vegetación”, señala.
Aunque no hay un inventario sobre cuánta artesanía se produce en cada uno de los 30 centros chachi, el coordinador de la Asociación de Jóvenes Chachi, Lugardo Añapa, cree que es mucha. Una de las debilidades de las artesanas es que no están organizadas, entonces se les hace difícil penetrar a otros mercados llevando sus diseños, explica Añapa.
María de la Cruz, artesana, elabora pulseras y collares en su tiempo libre. Muchos clientes son de su propia nacionalidad a quienes muestra sus diseños. “Fuera mejor si tuviéramos clientes de otras partes del país, por ahora son muy pocos, pero para entrar al mercado nacional muchos jóvenes están en la universidad para aprender cómo hacerlo”, explica.
Pese a que la materia prima para producir canastos y abanicos es suficiente, Adolfo Añapa, catedrático universitario, cree que se necesita capitalizar las ideas de microemprendimiento de su nacionalidad. Las mayores ventas de sus productos se realizan en las tres ferias de interculturalidad que se hacen cada año en Esmeraldas.
De la Cruz en este año ha vendido poco más de USD 400 en sus artesanías en esos espacios. Por esa razón, después de su trabajo, en las noches elabora pulseras para mostrarlas en la próxima feria de pueblos y nacionalidades que se desarrollará en Esmeraldas, a mediados de octubre.
Para la directora de Cultura del Municipio de Esmeraldas, Johanna Bennet, con esta feria se dará impulso al trabajo que realizan los chachi, pero también el pueblo afro que trabaja con piquigua y caña guadúa. Podrán mostrar el diseño de mantas tejidas con hilo, escobas, esteras, así como explicar cuál es el tratamiento que se le da a la semilla y las hojas de rampira para hacer las esteras.