Una panorámica de Cerritos de los Morreños desde el mirador de la comuna ubicada en el interior del Golfo de Guayaquil. El recinto inspiró la obra de Demetrio Aguilera Malta. Fotos: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO
Cerrito de los Morreños emerge en la literatura ecuatoriana con sus bajíos y bancos de arena, como evocación de pesca nocturna y hombres ‘mitad peces’ que se ganan la vida en el lodo, “canoas que brincan como potros indómitos” y “recovecos de fango en medio del mangle”.
Una descripción de inicios del siglo XX que aún le atañe al cerrito verde donde se asienta el recinto de la provincia del Guayas, una isla rodeada de agua y manglar, en el estuario interior central del Golfo de Guayaquil.
El territorio natural y humano de la pequeña isla en la actualidad, retratado en la novela ‘Don Goyo’, se corresponde en gran medida con el del libro publicado en Madrid en 1933, “una exaltación de la vida en el trópico marino” según Jorge Carrera Andrade, y considerada la primera novela ambientalista de América Latina.
También están vigentes los dilemas sobre la explotación racional de los recursos pesqueros y la protección del medioambiente, que planteó en la novela el escritor ecuatoriano Demetrio Aguilera Malta (Guayaquil, 1909 – Ciudad de México, 1981). Y a ello se suman los desafíos de desarrollo de una comunidad rural, anclada a otros tiempos, con los esteros como única vía de comunicación con el exterior, 25 kilómetros y una hora en lancha al sur de Puerto Marítimo de Guayaquil.
El recinto de Cerrito de los Morreños aparece con nombre propio en ‘Don Goyo’ y el personaje que le da título al libro es relacionado entre los pobladores con el fundador del pueblo, Gregorio Quimí, quien se presume llegó a esos parajes el 24 de septiembre de 1917, hace más de 100 años.
“Era maestro constructor de barcos, iba a ver madera a Balao Grande, pero por alguna razón se desvió, le gustó el lugar y se asentó aquí”, cuenta Genaro Vera, presidente de la Asociación de Producción Pesquera de la comuna. Como don Gregorio era originario de puerto El Morro -mucho más al suroeste de Guayaquil, en las cercanías de General Villamil Playas– el lugar tomó el nombre de los morreños, dice.
Las canoas de madera de pechiche -ahora escasas- han sido reemplazadas por pangas de fibra de vidrio a motor y la pesca, en gran medida, por la captura de cangrejos en el lodo, con lo que aquello de “medio hombres y medio peces” del libro toma un nuevo cariz.
“Los mangles iniciaron sus amores milenarios sobre los lechos plásticos del fango”, se lee en la novela de Aguilera Malta, un precursor del realismo mágico, que basó buena parte de su obra en el pueblo cholo pescador del Litoral.
El recinto –perteneciente a la Isla Puná, parroquia de Guayaquil– es ahora una aldea de 140 familias y 570 habitantes, con una sola calle principal y una veintena de callejones. En un punto en el que las aguas se bifurcan en dos ramales, aparecen casas de caña y cemento -en su mayoría hasta de tres pisos- que se levantan sobre palafitos y vigas de hormigón por encima de las aguas, en el borde curvo, a orillas del cerrito, un punto de tierra firme en medio de la espesura del manglar.
La pesca, la captura de jaiba y de ostión representan un 20% de la actividad económica de los pobladores, dedicados sobre todo a la captura de cangrejos. La comunidad también es protectora de la concesión de manglar más grande de Ecuador. Son 10 800 hectáreas que fueron concesionadas por el Ministerio del Ambiente en el 2011 a los usuarios asentados en cinco islas. Según Vera, la concesión implica compromisos por parte de la comuna, como el control y vigilancia sobre la tala de mangle, educación socioambiental entre los habitantes y el monitoreo pesquero de sus 125 cangrejeros.
Gracias a un proyecto de desarrollo social con la fundación alemana Schutzwald, Cerritos… cuenta con agua por tubería, dos tanques de 25 metros cúbicos y un sistema que reparte el líquido a cuatro tomas en el pueblo (el agua llega en barcaza desde Guayaquil). Una planta eléctrica a diésel da electricidad de 16:00 a 24:00. El Ministerio de Energía instaló paneles solares con energía limpia, pero desde el 2012 la mayoría quedó inhabilitada, a la espera de repuestos o de mantenimiento.
La Universidad Villanova de Filadelfia (EE.UU.) y la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol) -que lidera programas de desarrollo en el recinto- repararon este mes cinco de los sistemas solares y esperan volver para rehabilitar otros 30, de las 94 casas que cuentan con paneles solares.
La comuna cuenta con guías turísticos y un mirador en la cima del cerro; tiene planes de reformar viviendas para alojamiento y trabaja en la implementación de un mirador flotante. Pero reconocen que los robos a las embarcaciones de las camaroneras y a los propios pescadores han ahuyentado al turista en los últimos meses.
Sospechan de complicidad entre los piratas y los encargados de los patrullajes, que consideran insuficientes. El propio personaje de Don Goyo, “manglero y marisquero”, defiende el mangle de la deforestación y la novela denuncia prácticas de pesca como la del barbasco, especie vegetal con poderes narcóticos, que mataba por igual a las especies grandes y pequeñas.
Leonardo Lindao, presidente de la Asociación Usuarios del Manglar de Cerrito de Los Morreños, reconoce que antes de la primera concesión en el año 2000, los habitantes trabajaban en el corte selectivo de mangle. “Ahora somos protectores del ecosistema, ponemos el ejemplo y denunciamos si observamos corte de mangle por parte de las camaroneras. Tenemos que cuidar el mangle para sobrevivir”, dice.