Rompiendo una costumbre -típicamente ecuatoriana- de olvidar rápidamente los sucesos que causaron inquietud y zozobra, voy a seguir con lo de los sismos severos y los efectos que pueden causar en las ciudades y sus habitantes.
Esta vez el actor principal es el Centro Histórico de Quito, factor esencial para que la capital ecuatoriana fuese declarada Patrimonio de la Humanidad en 1978.
¿Resistirían las edificaciones antiguas que lo conforman un movimiento telúrico de gran magnitud? Según los expertos, es una incógnita. De hecho, muchos de esos inmuebles ya tienen algunas centenas de años sobre sus paredes y han resistido varios sismos fuertes. No obstante, en el de 1868, por ejemplo, el templo de San Francisco perdió sus dos torres originales; en el de 1987, varias cúpulas de las iglesias resultaron dañadas.
Entonces, lo único que nos queda es la prevención, con la implementación de medidas radicales.
La primera deber ser una inspección cuidadosa y técnica de los inmuebles. Las casas del Centro revelan con claridad los efectos del paso del tiempo: muros fisurados en las partes altas, fachadas desprendidas parcialmente del cuerpo mismo de la casa, cubiertas curvadas (efecto de pandeo) o hundidas, columnas inclinadas o desniveles en los patios, humedades permanentes en paredes y hasta en los cimientos.
Luego de la inspección, según sea el caso, se debe realizar una intervención definitiva y especializada. Los arreglos cosméticos o mal ejecutados, sin conocimiento y por pura intuición, pueden llevar a daños peores.
Claro que activar esta prevención es muy difícil de ejecutar. Y muy costosa. Pero sería la única solución que garantizaría un éxito considerable.