La gigantografía de Santiago Reyes fue censurada en Cuenca, en el 2007. El año pasado se exhibió en el CCM de Quito.
La historia de la obra ‘El Santo Prepucio’ va así: Una madre superiora y una monja novicia se proponen salvar un convento de la pobreza a través del misterioso hallazgo del Santo Prepucio de Jesucristo, una de las presuntas y más discutidas reliquias asociadas con Jesús.
El 11 de este mes, la obra protagonizada por Prisca Bustamante y Belén Idrobo debía presentarse en la sala de microteatro Pop Up Café Samborondón. Pero la función no se dio. Esa noche la Comisaría Segunda de Samborondón clausuró el lugar, tras la protesta de personas vinculadas a grupos católicos que calificaron a la obra como una blasfemia.
Las actrices Prisca Bustamante y Belén Hidrovo protagonizan ‘El santo prepucio’, una pieza original española, censurada en el Pop Up Sambo. Foto: Pop UP.
Este no es un caso aislado de censura en el mundo de las artes locales. En los últimos seis meses dos obras más pasaron por eso: El mural ‘Milagroso Altar Blasfemo’, del colectivo boliviano Mujeres Creando, que se exhibió en el Centro Cultural Metropolitano; y la exposición ‘Difícil de leer, entre mi luto y mi fantasma’, de Marco Alvarado, en el Museo de Las Conceptas de Cuenca.
A criterio de Santiago Roldós, director del grupo Muégano Teatro, la censura a estas tres expresiones artísticas se inscribe en una ofensiva de sectores ultraconservadores y reaccionarios, de izquierda y derecha, que buscan coartar la libertad de deliberación de las personas frente al consumo de una experiencia estética.
Los murales de Daniel Adum fueron censurados por el Municipio de Guayaquil. En el 2011 enfrentó un juicio. Foto: Archivo
Santiago Reyes ha vivido la censura artística en primera persona. En el 2007 fue invitado a las actividades paralelas de la novena edición de la Bienal de Cuenca. Su obra, una gigantografía en la que él y su antigua pareja, otro hombre, descansan recostados sobre una cama, nunca se exhibió en un espacio público de la ciudad, como había sido acordado.
Para este artista, que reside en París, el conservadurismo del que habla Roldós también se palpa en Europa.
En estos tres casos ocurridos en el país -dice- la censura es primaria. Los censuradores no tienen bases para argumentar. Es puro miedo y a causa de eso tratan a las demás personas como ignorantes, como si no fuéramos capaces de discernir y tratar de comprender que es lo que estamos viendo.
En la Ley Orgánica de Cultura hay varios artículos que defienden la libertad de expresión y de creación.
Raúl Pérez Torres, Ministro de Cultura, hace hincapié en el artículo 5, literal (e). Este señala que las personas, comunidades, pueblos y nacionalidades, colectivos y organizaciones artísticas tienen derecho a gozar de independencia y autonomía para ejercer los derechos culturales, crear, poner en circulación sus creaciones.
Pérez Torres agrega que los últimos casos de censura le parecen una barbaridad inquisitorial. “Estamos en contra de estas censuras, han sido arbitrarias e ilegales. Cualquier persona puede acercarse al Departamento Jurídico para, juntos, presentar el reclamo”.
Uno de las personas que ha presentado su reclamo formal, pero que aún sigue esperando la respuesta de esa Cartera, es Alvarado. Este artista guayaquileño sostiene que en el país hay un marco jurídico que no se está aplicando.
“Hay una fragilidad en ese sentido, porque no se sabe cómo manejarlo”.
Uno de los criterios en los que Alvarado, Roldós y Reyes coinciden es que finalmente estas censuras han logrado que las obras sean vistas por más personas.
Pilar Estrada dirige el Centro Cultural Metropolitano. Agrega que hay falta de visión de la gente que intenta censurar el arte porque es la mejor manera de llamar la atención. Como se dice coloquialmente -sostiene- les sale el tiro por la culata. En los últimos tres casos las obras han seguido exhibiéndose con más visibilidad.