Cassandra Wilson se presentó en el Teatro Sucre, en Quito, la noche del 26 de febrero de 2015. Foto: El Comercio
Si el Teatro Sucre esperó cuatro años para tener a Cassandra Wilson en su escenario –como lo aseguró anoche (26 de febrero) su directora, Chía Patiño–, apenas ella entonó las primeras notas, el público entendió que la espera había valido la pena. De hecho, para escuchar a Cassandra Wilson bien valdría esperar una vida entera. No es una exageración; Quito acaba de escribir una de las páginas musicales más notables de su historia con el espectáculo que dio la estadounidense en la apertura del Ecuador Jazz 2015.
La inauguración del festival, la noche del jueves 26 de febrero, estuvo a cargo primero de la banda nacional Pies en la tierra; entre los puntos altos de la hora de concierto que dio la agrupación estuvo la interpretación del sueco Anders Astrand, que se lució en la percusión, y la soltura con la que sonó ‘San Juanete’, composición de Cayo Iturralde.
Cuando, pasadas las 21:00, tras el receso, el telón volvió a correrse y la banda que acompaña a Wilson empezó a sonar con una potencia delicada y magnética, era obvio que algo grande iba a pasar. Y pasó. Era como si las notas empezaran a prenderse de las butacas, a trepar por los palcos y las paredes, a balancearse de la enorme araña de cristal… y la voz de Cassandra Wilson se pudiera ver. Es que, de hecho, se podía ver: es portentosa.
Pero no solo es la materia de la que está hecha su voz (como si no fuera de este mundo), es también la presencia escénica apabullante de la intérprete. El manejo impecable de los registros, la potencia natural y sedosa que le da a cualquier sonido que sale de su boca una categoría superior fue un deleite, de principio a fin, para las alrededor de 800 personas que llenaron el teatro. Por momentos, su voz se proyectaba con la delicadeza de una brisa tibia, y al minuto siguiente en el escenario rugía una leona. El público aplaudía, gritaba, vibraba…
La oportunidad de escucharla en directo es incomparable a cualquier otra experiencia a través de medios digitales o analógicos, por altísima que sea su calidad. A Cassandra Wilson hay que verla para contagiarse de su cadencia y gozar de la fuerza delicada de su privilegiada voz. La puesta en escena de quienes la acompañaban en los teclados, los vientos, las cuerdas y la percusión fue, igualmente, impecable.
Hacia el final de la presentación en Quito, más de una hora después de haber comenzado, la artista regaló a la audiencia un adelanto de su disco de homenaje a Billie Holiday; fue así como un tema original suyo para Holiday y luego un ‘standar’ de ‘Good morning heartache’ brillaron; la gente, nuevamente, gritó, aplaudió, agradeció. No podía ser de otra manera, muchos de los allí presentes se acababan de dar cuenta de que habían esperado toda una vida para escucharla.