Calles Picoazá y Calceta. Mirador de Oriente Quiteño. Foto: Armando Prado / EL COMERCIO
Con el paso de los años, los habitantes de Quito han ido ocupando cada espacio que han podido. Montañas, quebradas, nada ha frenado su desarrollo.
Nuevos barrios han nacido en empinadas colinas. Sus calles forman esquinas que desafían a los más arriesgados constructores, y las casas han tomado formas caprichosas para adaptarse a los recovecos de la geografía.
En sectores como La Argelia, La Ferroviaria, Oriente Quiteño o La Forestal, al sur de la capital, las pequeñas calles son evidencia del paso del tiempo y de crecimiento sin control. Los adoquines, unos grises o blanquecinos, algunos pintados, otros rotos y parchados, muestran el avance de la ciudad.
Para retratar esta singularidad de Quito, tomé varias fotografías en las que pude captar las singularidades de las avenidas y calles, y cómo las casas se han construido siguiendo su ritmo. No importa el grado de inclinación o lo cerrado de una curva: ahí están las viviendas de varios pisos, incólumes.
Calle Pallatanga. Barrio Hierba Buena 1. Foto: Armando Prado / EL COMERCIO
Calle Cahuasqui. Barrio La Argelia Alta. Foto: Armado Prado / EL COMERCIO
Calle Catacocha. Barrio La Argelia. Foto: Armando Prado / EL COMERCIO